"Esta crisis nos ha dado lecciones"

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José Juan Ruiz Gómez, presidente del Real Instituto Elcano, avisa de que «lo que hemos visto en la pandemia es solamente un ensayo de lo que nos puede llegar a pasar»

"Esta crisis nos ha dado lecciones" - Foto: Reyes Martinez

Desde principios de año el economista José Juan Ruiz Gómez (Tarancón, 1957) preside el Real Instituto Elcano, uno de los principales centros de pensamiento del mundo. Su curiosidad desde niño, versatilidad y actitud de concordia, junto a los valores que forjó en su pueblo natal, explican buena parte de la personalidad de este conquense de dilatada trayectoria profesional, a nivel nacional e internacional tanto en el sector público como el privado, basada en la globalización. Considera que no se puede infravalorar la capacidad de España para dar el salto a una mayor prosperidad. 

¿Cómo le han marcado sus orígenes en su trayectoria profesional?

Yo cito mucho la frase del escritor Max Aub, «uno es de donde ha hecho el Bachillerato». Realmente tuvimos suerte aquella generación, en la que la educación no era tan buena como lo es hoy, de que Tarancón estaba situado cerca de Madrid y tuvimos buenos profesores. 

La verdad es que desde muy niño aprender siempre ha sido mi pasión, he sido una persona muy curiosa intelectualmente. El ejemplo de aquellos profesores, de mis padres, por su puesto, de mis amigos, pues es determinante. Uno tiene sentido de pertenencia y en una carrera tan larga y global, he pasado buena parte de mi vida trabajando fuera de España y con muchas nacionalidades, el saber que uno tiene raíces es muy, importante, muy, muy importante.

¿Qué valores cree le ha aportado venir de una familia como la suya?

Lo primero el esfuerzo, la idea de que hay que esforzarse para hacer algo en la vida que sea útil, y en segundo lugar el sentido de comunidad. 

Mi abuelo materno es el que trajo los tractores y cosechadoras a Tarancón, mi padre después continuó ese proceso con Jesús Ortega, asistimos a la industrialización del campo. Esto que queda como muy conceptual, era una cosa mucho más concreta, era a toda la familia a la que vendías el tractor, incluso al pueblo entero. Después mi padre, pese a que tenía tiendas de calzado, comestibles, una perfumería, fue un gran innovador, se dedicó a los supermercados, descubrió que había que poner a Tarancón en esa senda de mejora, de adaptación a un mundo nuevo. Persistencia, innovación, competencia, estos valores destaco. 

Como economista, ¿qué puesto considera que le ha marcado más?

El momento más importante fue cuando me convirtieron, sin serlo, en funcionario público, aprobando las oposiciones de técnico comercial del Estado. Fue en 1983, el país estaba cambiando y la economía había que cambiarla, para un economista como yo, curioso, que siempre había tenido pasión por aprender y leer lo que ocurría fuera, es como si te dieran la oportunidad de un papel en blanco y un bolígrafo y te dijeran escribe las reglas. 

Esos diez años que pasé con Carlos Solchaga en el Ministerio son sin duda alguna los que han hecho lo que soy. Fue una parte de mi vida muy formativa, me puso en contacto con gente muy importante dentro de España, también de la OCDE, el FMI o el Banco Mundial. La sensación que tenía es que era un economista que estaba en el mundo y estaba haciendo cosas que realmente tenían un impacto en el mundo.

Después, yo no sería lo que soy si no hubiera estado involucrado con América Latina, lo que aprendí allí en 17 años ha sido otra parte esencial de mí. Me convertí en una de las personas que más datos manejaba del continente y esto me llevó al siguiente paso en mi carrera, ser el economista jefe del Banco Santander en su momento de expansión por toda América Latina, y después economista jefe y director del departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

¿Cuál fue la parte más difícil?

Adaptarte a un país, ser emigrante, aunque no soy un emigrante de la maleta de madera, fui un privilegiado, pero eso no quita lo duro que es vivir fuera, tener que acostumbrarte, ver como tu gente se tiene que acostumbrar. La lejanía de mi madre en aquellos momentos, mi padre ya había fallecido, y de mis hermanos, todo eso fue duro pero fue un proceso que me ha hecho ser lo que soy. 

¿Cuál es su aportación como presidente del Real Instituto Elcano?

España, en estos 35 años que yo he estado trabajando, ha cambiado enormemente, y hoy pues parece muy fácil acceder a todo lo que está ocurriendo en el mundo, pero en realidad siempre hay seis, siete u ocho grandes conversaciones que definen las reglas y cómo y por qué los países progresan, e identificar cuáles son es muy importante.

Mi carrera profesional está basada en la globalización, en discutir con datos, con ideas, generar propuestas, mediar y acercar posturas, y Elcano, que ha existido los últimos 20 años, lo que sirve es para acercar posturas entre la academia, los científicos, sus temas, que son la base del desarrollo y la prosperidad del mundo, y por otro lado, los políticos que van a tomar las decisiones. 

Yo puedo funcionar como una especie de ordinario, diríamos en Tarancón, que lleva de un sitio a otro qué preguntas hay y qué respuestas podemos ofrecer. Elcano es realmente un think tank (tanque de pensamiento) que produce ideas, propuestas, de temas concretos, que tienen indicaciones sobre el bienestar de la gente o la capacidad de competir de las empresas. Hay que ponerlo en una forma comprensible para que se puedan tomar decisiones, y es lo que intentamos hacer. 

¿Los principales retos que tenemos como sociedad en el contexto actual de pandemia cuáles son?

Uno de los grandes temas son los bienes públicos globales, y si algo nos ha demostrado la pandemia es que la salud es algo que tiene que analizarse globalmente, también la defensa de las democracias, que es fundamental, la seguridad, las migraciones y, por su puesto, el cambio climático. Lo que hemos visto en la pandemia es solamente un ensayo de lo que nos puede pasar si no adoptamos medidas coordinadas y globales frente al cambio climático. 

También problemas que arrastramos desde hace mucho tiempo, como la pobreza, la desigualdad, la maldad, que también existe... Si uno no logra crear una visión compartida es muy difícil hacerles frente. Otro reto es la percepción de España en el exterior, en el mundo en que vivimos la imagen es muy importante.

Con todo este menú de investigación delante, contamos con gente magnífica en Elcano. España tiene muy buenos profesionales y probablemente a estos científicos es a los que debemos lo que hemos progresado en los últimos años, la gente puede estar pesimista, en el corto plazo puede sentirse desanimada, pero en realidad este país es mucho mejor de lo que era hace 35-40 años, y va a intentar seguir siendo mejor. 

¿Qué considera que ha supuesto la crisis actual para España?

Aparte del horroroso número de muertos y el sentimiento de desamparo y miedo de la gente ante algo realmente incierto, cuando uno deja a parte del análisis, si puede, estos efectos de corto plazo, creo que un mensaje muy claro de esta crisis es que no se puede seguir dando patadas al bote y seguir lanzando los problemas hacia el futuro, en algún momento hay que encararlos. 

España tiene problemas claros en el mercado de trabajo, no es admisible la tasa de desempleo juvenil de los últimos treinta años, tener un sistema educativo que deja atrás a mucha gente, necesitamos un sistema sostenible de pensiones, una administración más flexible y más reconciliada con la idea de que el crecimiento puede tener problemas, pero que sin crecimiento no vamos a poder resolver la pobreza, la desigualdad de las Españas vaciadas...

De esta crisis hemos entendido mejor nuestro papel en Europa, somos algo mucho más globales, estamos más cerca de entender esta interdependencia de nuestros problemas con el resto de la sociedad y los temas globales. Deberíamos ir más deprisa, creo que sí, pero el balance es que esta crisis nos ha dado lecciones, que parece hemos aprendido, ahora lo que necesitamos es ejecutar las soluciones a los problemas viejos, para que realmente podamos seguir teniendo la confianza de este país en sí mismo y en su futuro. 

¿Cuál es su papel como miembro del Consejo Asesor de Asuntos Económicos del Gobierno de España?

Nos reunimos una vez cada trimestre, pero la petición de información, de análisis u opinión es continua, porque la pidan o la ofrezcas sin que te la soliciten. Somos un grupo activo en la generación de propuestas, luego el Gobierno decide lo que quiere, lo que debe, ése es su papel. El asesor identifica un problema, intenta estudiarlo, saber si tiene alguna idea distinta a la que hay sobre la mesa, con datos, evidencias, generando el mejor consejo posible. 

Para que algo sea socialmente sostenible lo importante es como a los perdedores o vencidos, que siempre hay cuando se toma una decisión, los compensas, les ayudas a hacer la transición; a mí es la parte que más me gusta, es una parte esencial en la figura de un economista. 

¿Cuál es su actitud ante la vida?

Sin optimismo es imposible progresar, si uno solo valora los riesgos y no las oportunidades, progresar en difícil. Después la independencia y la tolerancia, y una vez que aceptas la diversidad si hay buenos argumentos seguro puedo cambiar algo de lo que piensan los otros. Las cosas no cambian porque uno quiera, cambian cuando uno es capaz de convencer, no existe la magia. Hay que luchar y preparar el cambio. 

¿Qué supone recibir un Diploma de Honor con motivo del centenario de Tarancón como ciudad?

Muchísima emoción y alegría, no sólo para mí, también para mi madre, hermanos y amigos. Es un gran honor y estoy muy contento. Voy a intentar estar el día 15 de julio en el acto institucional para recogerlo.