La peregrina que no pudo abrazar al Apóstol

Laura Camacho (EFE)
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Residente en EEUU, Denise Pikka se topó con su asesino al poco de iniciar el Camino. Cinco meses después, la Policía halló su cadáver

La peregrina que no pudo abrazar al Apóstol - Foto: J. Casares

Denise Pikka no pudo cumplir con el ritual de abrazar al Santo de la Catedral de Santiago de Compostela. Se topó con su asesino un mes después de iniciar en solitario el Camino el 6 de marzo de 2015 desde Pamplona. Ciento sesenta días después de perderse su rastro, la Policía Nacional desenterró su cadáver.

Soltera, sin hijos, de rasgos físicos orientales, larga cabellera negra, 1,62 metros de altura y unos 50 kilos de peso, tenía 41 años y había nacido en Hong Kong, aunque residía en Arizona (EEUU). En 2014, decidió satisfacer su espíritu viajero y, mochila al hombro, recorrió varios países hasta que llegó en 2015 a París, donde sintió la llamada de hacer el Camino de Santiago.

Le había impresionado la película de 2010 The Way, protagonizada por Martin Sheen y dirigida por su hijo, Emilio Estévez, en localizaciones emplazadas en España. La cinta abordaba la historia de un peregrino. Denise quería vivir esa experiencia, «encontrarse a sí misma y dar un giro a su vida», según su único hermano Cedric.

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Con esta motivación, viajó a Pamplona, para emprender la ruta francesa en marzo de 2015.

Fue quemando etapas de la ruta Jacobea. Cada cuatro días se conectaba para dar cuenta de sus progresos a su hermano por Skype y también colgaba algunas imágenes en una red social con el nombre de Arizona.

El 1 de abril, sacó 50 euros de un cajero y el 4, un día antes de desaparecer, escribió su último correo electrónico a una amiga en una cafetería cercana al albergue de San Javier, en la localidad leonesa de Astorga. Con su hermano nunca volvió a hablar. Su plan de ruta, le contó a su amiga, era asistir al día siguiente, 5 de abril y Domingo de Resurrección, a la misa de la iglesia de Santa Marta aledaña a la catedral maragata y continuar camino 14 kilómetros hasta El Ganso porque le habían dicho que el albergue era «decente».

Pero Denise debió cambiar de idea, tal vez al acordarse de la recomendación de un peregrino español pero que hablaba bien inglés, con el que se había cruzado en su ruta ocho días antes. Le aconsejó que no dejara la provincia de León sin visitar la pintoresca localidad de Castrillo de los Polvazares, en la comarca de La Maragatería, un destino muy turístico y que atrae a cientos de personas por su cocido.

En el desvío de su camino encontró a su verdugo, Miguel Ángel Muñoz Blas, de 39 años. Las indicaciones -todo apunta a que el propio asesino manipuló las típicas flechas amarillas oficiales del camino- condujeron a Denise a la vía que pasaba por un paraje solitario en el que el agresor había instalado su casa prefabricada.

Los investigadores creen que ella le pidió ayuda para llegar a su destino y en un intercambio de palabras -hablaba poco español- él la golpeó y después la enterró en una zona próxima.

La autopsia determinó que Denise murió de una brutal paliza: rotura de la base del cráneo, de las mandíbulas, de varios dientes, de costillas y del cartílago de la laringe. Además, le había amputado ambas manos.

 

Un trabajo complejo

No fue hasta el 20 de abril cuando su hermano viajó a España y denunció su desaparición, tras tantos días sin saber de ella.

La Policía Nacional emprendió entonces una compleja investigación capitaneada por la inspectora Patricia Sánchez como jefa del grupo operativo, integrado por otros cuatro agentes de la comisaría de Astorga. El primer reto, recuerda la inspectora, era saber cuándo había desaparecido. Reconstruir los pasos de Denise desembocó en nuevas dificultades.

Los otros viajeros con los que se pudo haber cruzado podían haber culminado ya su camino, y la población de Astorga en esas fechas de Semana Santa se multiplica habitualmente por cinco, sin olvidar que cientos de peregrinos, entre ellos un gran porcentaje de extranjeros y asiáticos, emprenden la experiencia en solitario y pasan totalmente desapercibidos.

Otra traba fue que esas más de dos semanas, hasta que la Policía tuvo la denuncia sobre la mesa, llovió en la zona, por lo que de haber existido huellas... Ni rastro tampoco de sus pertenencias, entre ellas una mochila turquesa.

Descartada una caída accidental, los agentes llegaron a plantearse hasta ocho líneas de investigación distintas. La número uno apuntaba ya al asesino, porque Muñoz Blas encajaba con el perfil de presunto autor. Había sido detenido en 2014 por otra agresión y denunciado por otras dos peregrinas, una alemana y otra china, aunque ninguna de ellas pudo identificarle al actuar encapuchado.

Todas las pistas fueron escrutadas al milímetro. Se miraron incidentes ocurridos en los meses anteriores en el Camino, los registros de agresores sexuales o las salidas de permisos penitenciarios y, lo más arduo, se consiguió contactar con 200 personas de 20 países que habían pasado por la ruta y podían haber coincido en algún lugar concreto con Denise.

La maquinaria de la cooperación internacional funcionó en tiempo récord. «Se trabajó mucho y muy bien», señala orgullosa la jefa de aquella investigación, en la que el hermano de Denise también colaboró activamente.

Se contactó con Giorgio Candoni, un peregrino italiano y una de las últimas personas que vio a la víctima con vida, ya que ambos pernoctaron en el albergue San Javier de Astorga. A los dos los vio también una pareja de alemanas a la mañana siguiente, día de su desaparición, en una terraza.

Candoni fue interrogado por la Policía pero su testimonio no arrojó nuevas pistas, como tampoco los datos que llegaron de decenas de ciudadanos al solicitar su colaboración. Algunas llamadas situaban con detalle a la desaparecida en otras ciudades españolas.

Mientras estas alertas llegaban con mucho trabajo policial a vía muerta y se cerraban, los agentes seguían recopilando indicios contra su principal sospechoso. Uno clave resultó ser el cambio que Muñoz Blas hizo de unos 1.000 dólares en un banco de Astorga.

A finales de abril, días después de iniciar las pesquisas, los policías hicieron una primera batida en el entorno de su casa, situada en una extensa finca de monte entre Castrillo de Polvazares y Santa Catalina de Somoza y hablaron con él. Le preguntaron si había visto a la peregrina, lo que negó, y si de forma voluntaria permitía una inspección en su extenso terreno, una petición que fue denegada.

Sí accedió a que los agentes entraran en la vivienda, un somero registro en el que se halló en un pequeño habitáculo un sobre con 38.000 euros. No fue detenido porque no había pruebas para incriminarle, aunque si se confirmó que no tenía intención de colaborar.

 

Plan de huida

Todas las alarmas saltaron a principios de septiembre, cuando Muñoz Blas se ausentó de su domicilio.

Sí o sí había que detenerle, porque el todavía presunto autor podía estar huyendo. La Policía lo arrestó el 11 de septiembre a unos 200 kilómetros de su casa, en el municipio asturiano en Grandas de Salime.

Aunque inicialmente se declaró inocente, horas después se derrumbó, confesó el crimen de forma espontánea y aportó un sinfín de detalles como que cortó las manos a la peregrina con una sierra, que luego fue intervenida en su propio domicilio.

Condujo a la Policía hasta un paraje situado entre las localidades leonesas de Santa Catalina de Somoza y San Martín de Agostedo, donde señaló el lugar en el que había enterrado el cadáver de la peregrina en agosto, ya que tras el crimen lo sepultó en una zona de su finca, que también enseñó.

El caso de la peregrina fue resuelto. El autor cumple en la prisión coruñesa de A Lama condena de 23 años de cárcel.

Mientras, en casa de los Pikka guardan un diploma de la catedral de Santiago: «En memoria de Denise, peregrina de Arizona (EEUU), cuyo deseo fue viajar a la sepultura del Apóstol y no pudo cumplir».