Cuando gripe y covid dejan de ser pandemia

Hilario L. Muñoz
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Esta semana acaba una época al tratar el coronavirus como otro virus que recibe atención al acumular casos de gravedad. Este momento ya ocurrió hace un siglo con la 'gripe española'

Un grupo de personas con mascarilla y sin mascarilla camina por el centro de Ciudad Real. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Gripalizar la COVID es uno de los términos claves de esta semana. Tras más de dos años de pandemia hay un cambio de normas y quien tenga coronavirus deberá permanecer en casa y aislado solo si la enfermedad es grave. Si no, podrá salir a la calle, con mascarilla eso sí, para evitar nuevos contagios. La presencia de la enfermedad pasará de medirse por contagios por cada 100.000 habitantes, a hacerlo básicamente por muertes y hospitalizaciones. Se trata de las claves del final de una pandemia, que guarda similitudes y diferencias con el modo en que se salió de la anterior pandemia mundial: la gripe española.

Como con el coronavirus, aquella epidemia tuvo varias olas, desde 1918 hasta 1920. Cuatro momentos distintos, con distinta gravedad, pero tras la cuarta oleada, en el invierno de 1920, quienes se veían afectadas por las formas de la enfermedad más grave eran «los menores de un año y los mayores de 60, por lo que el impacto del virus en la interacción social fue mucho menor, que en el otoño de 1918 cuando tuvo mayor impacto entre los 20 y 40 años», según explica la catedrática de la UCLM y especialista en historia social de las enfermedades y de la salud pública, María Isabel Porras. No existen registros sistemáticos de cuánta gente pasó la gripe hace un siglo. Se sabe quienes enfermaron de manera grave y los fallecidos y cómo afectó esta situación a la vida económica y social, con historias que hablan de familias enteras que fallecieron en una Ciudad Real muy distinta a la actual.

En este sentido, hasta 1933 no se logró aislar el virus de la gripe, pero sí que se realizaron vacunas que actuaban «contra las complicaciones bacterianas de la gripe». En el segundo brote, en el otoño de 1918, se había avanzado bastante y comenzó el uso de este recurso frente a la enfermedad, que alcanzó mayor importancia cuando el episodio de diciembre de 1919 y enero de 1920. Como ahora, la vacuna fue un elemento de influencia a la hora de salir de la pandemia y regresar a cierta normalidad.

«No hay demasiada información, pero lo que se percibe es que hubo una disminución de personas susceptibles para ser contagiadas, bajó el impacto demográfico y de la actividad social» y se fue dejando atrás la incidencia de la enfermedad. Se logró que hubiera «un balance» entre «la transmisibilidad» y la «mortalidad», de tal modo que la gravedad fuera menor, algo que se logra, «mientras no aparezca una nueva variante». En este sentido, ahora, la sexta ola demostró la importancia de esa relación, con muchos contagios, alta transmisibilidad, pero casi sin síntomas y menor gravedad. De hecho, las medidas que se habían planteado de cuarentena afectaban más a la sociedad que la propia gravedad del virus.

Aunque ahora acaba esta fase de la pandemia, el coronavirus, como el virus de la gripe, sigue. De hecho, para la gripe hay campaña de vacunación todos los años y épocas en que se aborda como epidemia, por los contagios y su gravedad, y otras como pandemia, como la gripe A de 2009, aunque «ya nunca se vuelven a superar esos valores de mortalidad y gravedad» que hubo en 1918. En este sentido, una similitud es que ambos virus tienen un proceso evolutivo, son ARN y su objetivo es «mantenerse en el tiempo» por lo que el virus muta para que los humanos «aguantemos» y seguir viviendo a nuestra costa, lo que provoca esa adaptación mediante variantes que faciliten su permanencia. «Vamos a un comportamiento del virus que pueda ser como el de la gripe u otros coronavirus que provocan el resfriado común», lo que podría implicar que hubiera cierta temporalidad en la presencia del SARS-CoV-2.

Porras recuerda que el bagaje científico es una de las grandes diferencias entre ambos sistemas, lo que ha facilitado el diagnóstico del virus en la pandemia del siglo XXI o la existencia de una Organización Mundial de la Salud, quien guía en estos procesos de cambio durante la pandemia. «En enero planteaba la necesidad de determinar cómo dar el paso a la gripalización de la pandemia» y se ponía como fecha este inicio de la primavera, recordó Porras. La falta de apoyo ciencia y a la sanidad cree que es el gran error repetido en ambas pandemias, porque siempre se dijo, «en los momentos más intensos» de lucha contra la COVID, que había que reforzar la investigación y el sistema sanitario y cuando llegó la sexta ola hubo un proceso que hizo peligrar la atención primaria por la falta de recursos humanos.