Agradecidos por una nueva vida y un futuro sin guerra

Manuel Espadas
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La familia Yusufi, que llegaba a Ciudad Real hace un año tras huir de la amenaza talibán en Afganistán, destaca la hospitalidad de los vecinos y apuesta por echar raíces en la que ya consideran su segunda patria

Agradecidos por una nueva vida y un futuro sin guerra - Foto: Rueda Villaverde

Son los mismos rostros donde hace un año se podía ver sufrimiento, miedo y preocupación, pero en ellos hoy se vislumbra esperanza, cierta felicidad y mucho, mucho agradecimiento. Sohaila Omaryar y Sabiallha Yusufi, junto con su hijo Amir, llegaron a Ciudad Real en agosto de 2021 huyendo de la opresión talibán en su país, Afganistán. Ella, embarazada, daba a luz en diciembre al pequeño Adyan, el primer niño afgano nacido en España tras la 'operación Antígona', un simpático bebé que ahora tiene ocho meses y cuya sonrisa simboliza el giro radical que daba la vida de esta joven familia cuando tomaba la complicada decisión de dejar atrás su casa, su familia y sus trabajos en busca de un futuro mejor para sus hijos. Un objetivo que, gracias al apoyo de Cruz Roja y a su esfuerzo personal, se está haciendo realidad.

Tras el nacimiento en Ciudad Real de Adyan, la familia Yusufi ya narraba a La Tribuna su impactante historia de refugiados huidos de un país en manos de una oligarquía musulmana retrógrada, que tras la retirada de las tropas internacionales, campa a sus anchas imponiendo con mano férrea y sin ningún tipo de miramientos la interpretación más radical del Corán. Él, Sabiallha, de 36 años de edad, trabajó en el sector de las placas fotovoltaicas para el ejército aliado, mientras que Sohaila, de 32, era profesora de niñas en una escuela. El gobierno talibán puso en la lista de perseguidos a él, mientras que a ella, como al resto de mujeres del país, se le prohibió trabajar. Una situación que les obligó a hacer las maletas de manera urgente y escapar de lo que podría haber sido un futuro muy incierto para ellos y para sus hijos. Cuando se cumple un año de su llegada a Ciudad Real, el matrimonio recibe otra vez a este periódico en su casa, y lo hace con galletas, caramelos y té de azafrán, y con una palabra que repiten tanto uno como otro en un perfecto castellano: «Gracias».

«Estamos muy agradecidos a Ciudad Real, por cómo nos han acogido y por cómo nos están ayudando», dice ella, una mujer que añora poder volver a ejercer su profesión. Sonríe cuando se imagina volver a dar clases aquí, algo que él también desea, poder volver a trabajar y ser autosuficientes. Porque, agradecidos de corazón a Cruz Roja, su mayor deseo es poder volver a ganarse la vida de manera autónoma, trabajando, aunque de momento esto no está siendo posible. La barrera del idioma es aún un obstáculo muy importante, y por ello están asistiendo a las clases de español que les proporciona esta ONG, además de correr con los gastos básicos de vivienda y manutención, entre otros servicios. Cada vez se defienden mejor y son capaces de mantener una conversación, aunque se esfuerzan por perfeccionar el idioma, clave para poder optar al mercado laboral con un mínimo de garantías. «Yo lo que quiero es trabajar, porque el trabajo es bueno. Doy las gracias a Cruz Roja, pero lo que queremos es poder ganarnos la vida nosotros».

El pequeño Adyan observa con curiosidad la cámara de ‘La Tribuna’.El pequeño Adyan observa con curiosidad la cámara de ‘La Tribuna’. - Foto: Rueda VillaverdeAmir, el primogénito, de ocho años, es el que mejor habla de la familia y es un alumno ejemplar en el colegio Pérez Molina. «Cuando pronuncio alguna palabra mal, es él el que me corrige», confiesa orgulloso su padre, mientras Adyan gatea juguetón por el salón. El pequeño, junto con Amir, otro niño que derrocha simpatía, son la alegría de una familia a la que aún se le encoge el alma cuando recuerda lo vivido en su país y cuando se acuerda de los seres queridos que o aún siguen allí o que están repartidos por varios puntos del mundo tras escapar también de la dictadura talibán.

No volverán

Ellos ya no piensan en volver. Tienen claro que su futuro está en Ciudad Real, un lugar donde se encuentran muy cómodos. «Aquí la gente es muy tranquila, muy amable, siempre te intenta ayudar y todo es bueno», relata Sabiallha Yusufi, tristemente acostumbrado a lo vivido en su país natal, donde la pobreza, el hambre, la violencia y la falta de libertad son el pan de cada día. «Ya no pensamos en volver a Afganistán. Allí las cosas no se van a solucionar. Siempre ha habido guerra y siempre la va a haber», asegura Sohaila Omaryar, que tampoco se plantea un futuro que no pase por Ciudad Real.

Un futuro lleno de esperanza que ya lleva un año echando raíces en la ciudad. Unas raíces cada vez más consolidadas gracias a la hospitalidad de los ciudadrealeños y a la eficacia del programa para refugiados de Cruz Roja, organización que la familia Yusufi siempre llevará en el corazón. Una nueva vida para Sohaila, Sabiallha, Amir y el pequeño Adyan, ciudadrealeño a todos los efectos y cuya sonrisa ya manda en una familia que se esfuerza por olvidar la pesadilla vivida en Afganistán, un hogar que el fundamentalismo talibán le ha arrebatado con violencia y para siempre. 

Sabiallha Yusufi (izquierda) y Sohaila Omaryar, con su hijo pequeño Adyan, posan para ‘La Tribuna’ con la ausencia del primogénito, Amir, en ese momento asistiendo a la escuela de verano.
Sabiallha Yusufi (izquierda) y Sohaila Omaryar, con su hijo pequeño Adyan, posan para ‘La Tribuna’ con la ausencia del primogénito, Amir, en ese momento asistiendo a la escuela de verano. - Foto: Rueda Villaverde