Una batalla envenenada

M.R.Y (SPC)
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Zelenski y Poroshenko se miden en las urnas por dirigir un país en crisis económica y sumido en un conflicto bélico

Una batalla envenenada - Foto: Valentyn Ogirenko

No es una moda, sino una tendencia. Y así se está demostrando conforme diferentes países de distintos puntos del planeta e ideologías divergentes celebran elecciones: la frustración y el hartazgo con la clase política están aupando al poder a personas que hasta hace poco parecía impensable. Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil... Y, según apuntan todos los sondeos, hará lo propio en Ucrania el humorista Volodímir Zelenski, que se impuso con rotundidad en la primera vuelta del 31 de marzo y al que las encuestas conceden una victoria indiscutible.

El cómico, cuya única experiencia como gobernante se limita a su papel en una serie de televisión en la que encarnaba a un profesor que, de repente, se convierte en presidente, es el favorito para imponerse en la batalla que el próximo sábado se libra en las urnas. Y en la que el segundo contendiente será el candidato a la reelección, Petro Poroshenko, quien hace cinco años se hizo con el poder en unas elecciones convocadas tras la huida de Viktor Yanukovich.

La labor de Poroshenko no parece haber contentado a los ucranianos. Apenas recabó un 15,9 por ciento de los votos en la primera ronda y la corrupción en las altas esferas y su gestión durante la sublevación en Donestk y Lugansk y la anexión de Crimea a Rusia siguen pesando sobre él, a pesar de que tuvieran lugar al inicio de su mandato. 

Precisamente, contra el Kremlin y su inquilino es sobre quienes pensan la mayor parte de los ataques del presidente, que pretende rebajar los casi 15 puntos de distancia con su rival argumentando que «Putin sueña con un mandatario suave, sumiso, inexperto, débil y políticamente incierto». «Rusia no quería ver a Poroshenko en la segunda vuelta, pero les salió mal», aseguró en uno de sus mítines, manteniendo el mensaje de que, con Zelenski, Moscú tendría vía libre para manejar la política nacional, mientras que su «experiencia» es un aval para mantener a raya al poderoso vecino.

Sin embargo, el discurso es distinto desde el lado del actor, que no descarta negociar la paz en el este de Ucrania con el mismísimo Putin.