José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


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27/10/2021

La imagen de la salida del MoMA de New-York, en el otoño de 1981, de dos camiones de gran tonelaje, que transportan el Guernica de Pablo Picasso, camino de Madrid junto a otros materiales colaterales de su elaboración –tras una larga negociación de años, iniciada según cuenta Genoveva Tusell en su libro El Guernica recobrado (Cátedra, 2017)– contrastan con las de su llegada a Madrid, en el aeropuerto de Barajas, aún no Adolfo Suárez-Barajas, que fue el que iniciara, aunque ya no culminara el acuerdo de traslado. 
Las imágenes de ese 10 de septiembre de 1981 mostraban un aeropuerto poblado de números de la Guardia Civil, con armamento reglamentario y uniforme de verano, y auxiliares de la casa de transportes, que se agolpan junto al camión de mudanzas frente a la boca de carga de un avión de Iberia, el Lope de Vega, para recibir una pieza pictórica de un poder tan extraordinario como evocador. Y ahora algunas de esas vicisitudes se nos muestran, 40 años más tarde de su llegada, en la exposición Picasso: El viaje de El Guernica, de la Obra Social CaixaBank. 
Por más que ese mismo año, Antonio Saura –el pintor que tanto debía a Picasso– escribiera su panfleto o libelo Contra el Guernica, que según se mostró era un conjunto de aforismos torcidos contra la ola entusiasta desplegada desde el Gobierno de UCD, que no se nos muestra de forma precisa en la exposición, en esa época, Saura era uno de los pocos autores que interpretaba críticamente aquella agitación sociocultural como una máquina desproporcionada de agit-prop. Y es que Contra el Guernica era un panfleto contra el establishment político y contra sus abusos de poder. Contra la política de la cultura, contra el espectáculo de la cultura y contra la cultura del espectáculo. Como ahora mismo. 
Tal cual. Y así podíamos leer otras perlas encadenadas como: «Detesto al Guernica porque es un cartelón y porque, como sucede a todo vulgar cartelón, su imagen es posible copiarla y multiplicarla al infinito», «odio al Guernica porque a su llegada a Madrid a las 8.35 en el Jumbo Lope de Vega tras una espera de cuarenta y cuatro años fue escoltado por la fuerza pública», o, «detesto al Guernica porque nosotros pusimos los muertos y ellos disfrutan del cuadro». No sé si todo ello y las demás cuentas del rosario aforístico explican la permanencia en tantos hogares progresistas de los años 70 de la imagen de El Guernica junto a la foto del Che Guevara de Alberto Korda. Las imágenes restituidas y sincopadas.