70 años de transgresión

Javier Villahizán (SPC)
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Pedro Almodóvar cumple siete décadas en el cénit de su carrera con una cierta añoranza hacia una época dorada y contracultural que le ha marcado para siempre: los 80

70 años de transgresión

Echa de menos volver a sentir y a vivir como en 1982. Ansía volver a ser un irreverente, regresar a las calles de la movida y convertirse de nuevo en el rey del Super 8, charlar -y beber- hasta la madrugada, descubrir a musas escondidas y grabar tomas sin descanso. Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1949), nuestro director fetiche, cumple 70 años el próximo miércoles y asegura que lleva muy mal eso de pasar hojas del calendario, que no se trata de nostalgia hacía épocas pasadas de locura juvenil, sino que la vida nunca se adecúa a la edad que tienes.

Pero si hay una persona que ha sabido y sabe exprimir la existencia, en lo más extenso de su expresión, ese es Almodóvar. Con dos Oscar, dos Globos de Oro, cinco Bafta, siete Goya y cuatro César, el manchego tiene más que cubierta su hoja profesional cinematográfica, sin olvidar su último trabajo Dolor y gloria, que representará a España en la próxima edición de los Oscar. Porque como él mismo asegura, el cine es su vida, su existencia y hasta su remedio curativo contra los dolores que en ocasiones padece.

A pesar de nacer en pleno franquismo en mitad de la meseta sur, de pertenecer a una familia relativamente humilde -su padre era vendedor de vino y de aceite y su madre ama de casa- y de no contar con una educación superior, el pequeño Pedro supo adelantarse a su tiempo y plantarse en un Madrid que a finales de los años 60 y principios de los 70 estaba en plena ebullición social y política. Atrás dejó su pueblo, los valores tradicionales y espirituales de su familia -aquellos que tanto le marcaron-, su amor por la madre y la enseñanza religiosa de los salesianos en Cáceres.

Almodóvar se convirtió en la capital de España en otra persona. Un hombre que se integró sin problema en la vorágine de la gran ciudad y se impregnó de sus novedades, al tiempo que fue partícipe e impulsor de ese descontrol cultural y social.

Fue el agitador por antonomasia, el presentador oficial de las fiestas, el provocador de los templos de la noche y hasta el cantante punk de la movida. Almodóvar lo hizo todo o casi todo en los 80, por eso hoy, casi 40 años después de aquella época mágica, el manchego sigue añorando un tiempo dorado que ya nunca volverá, pero que él intenta recuperar a toda costa trabajando y recreando su universo en forma de celuloide.

Tras unas primeras incursiones en el mundo del cine con cortos en Super 8 del estilo de Film político (1974) y Folle... folle... ¡fólleme Tim! (1978) con Carmen Maura, el manchego se adentra en el rodaje de un largometraje con Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), una cinta ambientada en el contexto underground de la época.

Fue entonces cuando repleto de energía, de ideas y de ganas de comerse el mundo crea un dúo musical punk rock junto a McNamara, además de escribir para diversas publicaciones, realizar guiones y seguir rodando, su gran pasión. 

En 1982, conecta con Antonio Banderas después de dirigirle en Laberinto de pasiones, actor del que ya no podrá separarse a lo largo del resto de su carrera. Pero no fue hasta ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1985) cuando el manchego salta al escenario internacional y es reconocido, de nuevo, gracias a la interpretación de Carmen Maura.

En la cima. Es a finales de los 80 cuando llega la época dorada del cine almodovariano. Cintas como La ley del deseo (1987), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), que fue nominada al Oscar, Átame (1990) y Tacones lejanos, un año después, logran mostrar lo mejor del universo del manchego, es decir, personajes singulares, historias casuales y desternillantes que permiten exponer todas las obsesiones del autor, desde obstinaciones sexuales hasta fijaciones religiosas o tradiciones made in Spain.

Sin duda, el gran salto de Almodóvar se produce con sus dos filmes siguientes, con los que logra la ansiada estatuilla de Hollywood: Todo sobre mi madre (1999), mejor película extranjera, y Hable con ella (2002), mejor guion original. 

Después de pisar y saborear el olimpo cinematográfico, Almodóvar se adentra de nuevo en sus géneros de siempre, la comedia y el drama, pero con enfoques y perspectivas novedosos. De ahí surgen Volver (2006), con Penélope Cruz y Carmen Maura, Los abrazos rotos (2008), La piel que habito (2011) y Los amantes pasajeros (2013). Hasta Dolor y gloria (2019), donde despliega todos sus encantos y hasta su ser más íntimo.

Con la sapiencia y la experiencia de una persona vivida con siete décadas a sus espaldas, Pedro Almodóvar afronta ahora una nueva etapa: soportarse a sí mismo, conocer sus abstinencias -como él mismo dice- y adentrarse en un nuevo terreno aún por descubrir. Seguro que el director español más reconocido ya tiene en mente una nueva y transgesora historia que contar.