La adicción al humo manda

Nieves Sánchez
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La estanquera de la plaza Mayor explica que la gente compraba cartones de tabaco a lo loco los primeros días, ahora la venta se ha normalizado

La adicción al humo manda - Foto: Rueda Villaverde

Suena el ding dong del Carillón y Cervantes, Don Quijote y Sancho Panza  se asoman a la plaza Mayor. No hay nadie que los mire ni que les haga fotografías, ni un mínimo de caso mientras se mueven al son de la música. Cuatro personas, sólo cuatro, hacen fila en la inmensidad del pulmón social de Ciudad Real, pero no están por ellos, están para comprar tabaco.

El Real Decreto en el que se regula el estado de alarma por la crisis del coronavirus contempla que los estancos sigan abiertos sin ninguna restricción, pese a las críticas de muchas organizaciones por el hecho de que se contemple este producto de primera necesidad. De hecho, la organización Nofumadores.org denuncia que los estancos permanezcan abiertos durante el estado de alarma, ya que considera que el tabaco no es un bien de primera necesidad y no se puede equiparar con alimentos y medicamentos.

La estanquera de la plaza Mayor, Marta Romero, es la tercera generación del negocio. Vive estos días raros con la misma incertidumbre que el resto de españoles pero con su negocio abierto. «Nunca pensé que podríamos llegar a vivir algo parecido», cuenta.

El viernes previo al anuncio del confinamiento y el mismo sábado 14 de marzo la gente acudió a su establecimiento a comprar cartones y cartones de tabaco «a lo loco», por miedo a que cerraran y a quedarse desabastecida. A partir de ahí los días transcurren con normalidad, con un goteo constante pero sin ser tan exagerado como en las primeras horas tras anunciarse el estado de alarma.

«Estamos expuestos pero no nos queda más remedio, atendemos con las mascarillas, los guantes y la lejía todo el día para limpiar constantemente el mostrador y lo que tocamos, todas las medidas de precaución son pocas», advierte la estanquera.

Cuenta que lo único que recibieron fue una circular en la que se les informaba de que su negocio pasaba a ser servicio mínimo de venta durante la crisis sanitaria pero se quejan de que el Estado no esté facilitando las protecciones necesarias. «Nos  obligan a abrir pero no nos dan mascarillas ni nada y tenemos que buscarnos nosotros este material, con lo que escasea. Eso   es lo que peor estamos viendo de esta situación».

A nivel personal, reconoce que está viviendo estos días con preocupación porque en el estanco están expuestas a todo el que entra y luego tienen que volver a casa con sus familias.

Fuera se van acumulando los fumadores que hacen cola en la plaza, a un metro de distancia entre cada uno, mientras Cervantes, Don Quijote y Sancho regresan a su refugio sin que nadie se percate de su salida.