Elisabeth Porrero

Elisabeth Porrero


Sentimientos tras la pantalla

09/02/2022

Hacía referencia Javier García, el pasado viernes, en el programa Las Claves al incremento que han sufrido los delitos de odio, en las redes, en los últimos tiempos. Particularmente se ha manifestado este hecho en los comentarios que se han vertido, en el ciberespacio, sobre la elección de la canción representante de España para el Festival de Eurovisión.
Chanel, la cantante seleccionada finalmente, tuvo que cerrar su cuenta de Twitter debido a los insultos y críticas dañinas recibidas. Y una de las componentes del jurado del Benidorm Fest también se vio especialmente afectada por este tipo de comentarios.
Personalmente, confieso que me ha gustado el debate surgido en torno a la ganadora y las otras dos favoritas: Ay mamá, de Rigoberta Bandini y Terra, de Tanxugueiras. Se ha discrepado sobre el mensaje de las canciones, la reivindicación de la lactancia libre, el feminismo, las lenguas maternas, las tradiciones… y todo eso se ha hecho también, por parte de mucha gente, con bastante educación, como debería ser siempre. Opinar y compartir y comparar opiniones es crecer.
Debería estar muy claro, porque son normas básicas de ciudadanía y convivencia, que se puede opinar sin hacer daño a nadie. Pero hay personas que se transforman detrás de la pantalla o, tal vez al contrario, sacan ahí su verdadero ser porque no están frente a frente con nadie.
Rayden, otro de los artistas participantes en el Benidorm Fest, dijo que estaba más que acostumbrado a ese tipo de críticas tan denigrantes por las redes.
Oírlo decir eso resultó francamente triste. Claro que no tienen por qué gustarnos todos los cantantes. Pues con no seguirlos, basta. No hay derecho a destruir a nadie, basándose en el anonimato, que es la repugnante fuerza que, en estos casos, otorga la pantalla.
Hay muchas cosas que se dicen más fácilmente cuando uno escribe en un teclado que en directo. Pedir perdón u ofrecerse para ayudar a alguien que nos necesite deberían ser este tipo de cosas. Pero los mensajes, e-mails, whatsapps… se usan ahora para otras acciones bastante peores y que, por cortesía, deberían hacerse con la persona afectada delante o con un café de por medio.
Romper una relación, contar algo incómodo, confesar un enfado por algo que nos ha afectado o pedir una explicación que pensamos que nos merecemos podrían estar entre estas últimas.
Me pregunto cómo afrontarán estas conversaciones, en directo, gran parte de las personas adolescentes y jóvenes o algunos adultos que no se despegan de sus móviles casi para nada.
¿Serán capaces de tener una conversación sincera, en sentido positivo o negativo, con una persona amiga o con alguien con quien mantienen una relación sentimental? ¿O tendrán asumido, entre sus códigos, que con un whatsapp todo se soluciona?
Es una pena que la tecnología, que tantísimo nos ayuda a avanzar, pueda lograr, siendo tan mal utilizada, un retroceso en nuestra faceta humana. Hay que seguir luchando para evitarlo.