Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


Policías y ladrones

28/11/2022

Esperando en la antecámara de un político mis dedos escriben, lamentándose del retraso, del olvido, de las palabras incumplidas, este ácido artículo, otro más, a ver si un día, entre unos y otros, logramos despertar la conciencia y renovar nuestro entorno.
El dirigente del grupo anarquista era el jefe de la Policía, leemos en la novela del genial G. K. Chesterton El hombre que fue jueves. Los políticos, quienes forjan nuestras leyes, a menudo -mucho más de lo soportable- son los grandes ladrones, y lo vemos claramente ahora, cuando quieren mutar las normas y hacer más fácil el derroche de nuestros capitales -malversación-, el dinero de los impuestos, el nuestro, usado para servir sus intereses, para ellos, sea en asuntos de partido, sea en obras que se contratan sin necesidad alguna, entre comisiones; proyectos mal diseñados o simplemente inútiles; mil asuntos que esquilman nuestros bolsillos, ya demasiado exhaustos, mientras tantos sufren carestía, frío o angustia porque no saben si podrán sostener a sus familias, si habrá que alimentarse en las filas de la caridad, ya que el estado cada vez fracasa más en sus funciones. No por los funcionarios, sino porque quienes organizan no funcionan y son unos inútiles, por necios; todo lo contrario de lo que proponía Platón para un Gobierno que busque la perfección, el de los sabios. Quien ocupa un puesto sin merecerlo y sin saber ejercitarlo en la sociedad no solo es necio sino malo, porque es injusto y a los demás, con su ambición, hace gran daño. 
No sorprende la opinión general. Para muchos, la denominación de político, alguien dedicado a la política, equivale a un insulto. Aunque también haya quienes honradamente buscan el bien público. Por eso obtuvo tantos aplausos en audaz, clarísimo libreto, por su contenido entre particulares ritmos, desarrollado en la música de la zarzuela que estrenó un buen amigo, Tomás Marco, célebre compositor y director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, entre otros muchos honores. Policías y ladrones versa sobre la corrupción de quienes hacen fortuna personal a través de la política, a costa del pueblo que les votó, ingenuo. Los sistemas de apoyo mutuo, el «cantar o no cantar» si los demás van a ayudar al caído o van a dejarle solo, levantando la alfombra que oculta miserias ajenas junto a las propias, el desvío de fondos a familiares, con contratos interpuestos, puertas giratorias, el soborno a ciertos investigadores del delito... 
Los espectadores aplaudían con frenesí, divertidos, al ver representada la infamia, desnuda, fruto de un gran y natural rencor: el robo de la democracia y de nuestros bienes por una partitocracia que se convierte en oligárquica, la maldita «casta», de un color u otro. 
Caía lluvia de oro sobre el escenario, mientras el animal político que somos, según Aristóteles, se pudría debajo.