En la fría madrugada, tras haberse esquivado por la tarde la amenaza de lluvia, la Hermandad del Silencio salió de la Iglesia de San Pedro con la Virgen del Mayor Dolor, que lució tras su restauración para recuperar el colorido original de la talla y fortalecer las partes de madera que se habían ido desgastando. Una gran cantidad de personas se congregaron para presenciar la salida de este paso que es portado al hombro por 35 hermanos mientras que las hermanas, sin túnica, pero de riguroso negro, iluminaban el camino hacia la oración y la meditación de los siete dolores de María Santísima.

Tras su descenso de la cuesta de San Pedro, esta procesión, que lleva sólo por acompañamiento musical un tambor en la Cruz de Guía y otro junto al paso, avanzó en dirección al Torreón con los sones de fondo de Jesús de Medinaceli en el camino de éste por la calle Lanza, del mismo que en la intersección de esta vía con La Mata, a la altura de Mapfre se encontró también con el Santísimo Niño del Remedio, que aguardó para permitir el paso de la Virgen del Mayor Dolor tras su primera oración, en la que se recordó a las madres que sufren el dolor de la guerra.

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El absoluto y sobrecogedor silencio que le esperaba a la hermandad a la una de la madrugada a su llegada a la plaza de Santiago fue otro de los puntos destacados en el caminar de esta procesión que está marcada por la sobriedad y que incorporó contenido a sus paradas. Con el acompañamiento del tambor, el paso se situó poco a poco frente al convento de las hermanas de la Cruz y una vez ante el mismo se recordó el dolor de las madres que sufren los problemas de alcoholismo, drogas o el juego de sus hijos, pero también de fanatismos o por estar perdidos en el camino de la vida. El rezo de la hermandad dio paso al rezo de las hermanas desde el interior del convento en la oración de esta cofradía que pudo volver a salir a la calle tras la pandemia.