Editorial

China, una oportunidad para la política exterior española

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El fortalecimiento de un canal de comunicación sólido entre la Unión Europea y China es una necesidad imperativa en un contexto de graves turbulencias geopolíticas, enconadas hostilidades entre el gigante asiático y Estados Unidos y recelos generalizados hacia su papel en el orden mundial. En los próximos meses, gracias a la Presidencia rotatoria de la UE, España puede jugar un papel destacado en este planeamiento estratégico y avanzar así para situar a nuestro país en una posición internacional adecuada a su peso económico y conveniente a las aspiraciones de una potencia media. Por lo tanto, cabe decir que el encuentro del presidente del Ejecutivo español, Pedro Sánchez, con el líder chino, Xi Jimping, supone un éxito diplomático del Gobierno y sitúa a la política internacional, con algunas contradicciones sobre las cesiones a Marruecos, posiblemente en el área en la que más éxitos ha cosechado.  

Sin embargo, este reconocimiento debe ponerse en contexto para evitar caer en la grandilocuencia electoralista de unos y el catastrofismo despectivo de los otros. La visita a Pekin del mandatario español es una más dentro de la ofensiva diplomática mundial de la China post-pandemia para reforzar su influencia política en el Planeta, matizar el liderazgo de Estados Unidos en la respuesta a la invasión rusa a Ucrania y reactivar la maquinaria económica global lastrada por el contexto geopolítico y las nuevas corrientes proteccionistas. Enmarcar la visita de este modo no significa restar mérito a la Diplomacia española que llevaba demasiado tiempo fuera de las agendas internacionales. 

Aun así, los resultados del intercambio serán limitados. En la parte pública, pese a que Xi Jimping ha centrado la reunión en cuestiones económicas respondiendo a las expectativas generadas por Moncloa en este sentido, Pedro Sánchez ha querido acotar los términos del diálogo político reafirmando la posición europea respecto a la invasión de Ucrania. No cabía hacer otra cosa que remarcar con firmeza estos límites hacia las aspiraciones chinas de un nuevo orden mundial posmoderno que prioriza los intereses nacionales, sobre todo los económicos, sobre los valores universales. 

La visita también permite extraer algunas conclusiones en el ámbito interno. La más importante es, sin duda, la necesidad de volver a un gran acuerdo interno sobre política exterior española al menos entre los partidos centrales. Acordar sus coordenadas y, sobre todo, diseñar una estrategia de medio y largo recorrido sobre el papel que quiere y puede jugar una potencia media como España en el mundo no sólo afecta a la imagen y capacidad de maniobra del país en el escenario geopolítico global, sino que, en un escenario de repliegue comercial en el que política y economía terminan yendo de la mano, puede ser decisivo para el bienestar social y el desarrollo económico del país.