Los hilos de la OMS

Javier Villahizán (SPC)
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La organización de la ONU que vela por la salud de todos los habitantes del planeta está en el punto de mira por su estrecha relación con China, un país que, según EEUU, maneja la gestión mundial de la COVID-19

Tedros Adhanom Ghebreyesus dirige la Organización Mundial de la Salud desde 2017, cuando sustituyó a la hongkonesa Margaret Chan.

China se caracteriza por ser un tipo de país especialmente trabajador, cauteloso y hábil, cualidades que como en el cuento de la cigarra y la hormiga le han llevado a convertirse en el segundo Estado más poderoso del mundo -tan solo por detrás de EEUU y su poderosa potencia militar-, además de ser uno de los más influyentes en la esfera internacional, a pesar de su aparente sigilo.  

Tal es así que sus tentáculos comunistas han llegado a muchos de los confines más remotos del mundo, desde África hasta América, sin olvidarse de su propio continente asiático, al igual que a muchas de las agencias internacionales que integran Naciones Unidas. Pekín domina la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura) a través de su director Qu Dongyu, la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional) por medio de su secretario general Fang Liu, la ONUDI (Organización para el Desarrollo Industrial) con Li Yong al frente de la misma y la UIT (Unión  de Telecomunicaciones) con Houlin Zhao. 

Algo similar sucede con la Organización Mundial de la Salud (OMS), un organismo fundado en 1948 para gestionar políticas de prevención, promoción e intervención sanitarias a nivel mundial y que ha sido la encargada de dirigir, gestionar e informar sobre la pandemia de la COVID-19, con origen en Wuhan, China. 

Todo empezó -o mejor dicho continuó- con el nombramiento del nuevo director de la institución sanitaria en 2017, el africano Tedros Adhanom, que sustituyó a la ciudadana china, Margaret Chan, al frente del organismo internacional. Entonces, Pekín no tuvo ningún problema en apoyar al candidato etíope, de tendencia marxista y cuyo país debe demasiados favores al gigante asiático por ser su mayor prestamista. 

En este contexto de estrecha relación mutua, algunos países, como Estados Unidos, han alzado la voz contra la dirección de la organización que vela por la salud de todos los ciudadanos del planeta y han acusado a la OMS de ser «la marioneta» de Beijing, como afirmó hace unos días el presidente estadounidense, Donald Trump, máxime cuando el mundo se encuentra en una profunda crisis sanitaria a causa de la pandemia de la COVID-19.   

El mandatario republicano ha criticado también en reiteradas ocasiones los desaciertos de Tedros Adhanom en la gestión de la crisis, así como sus declaraciones confusas o sus elogios hacia el presidente Xi Jinping, lo que, según su opinión, generan numerosas dudas sobre la posible independencia del presidente africano y de la organización. 

En  las últimas semanas el magnate americano denunció con dureza la inacción de la OMS durante las primeras fases de la pandemia, acusó a la organización de favoritismo con China y finalmente decidió romper relaciones con la OMS.

 

¿Quién es Tedros?

Tedros Adhanom Ghebreyesus es un doctor con alma diplomático acostumbrado a las intrigas políticas.

Nacido en Asmara, capital de Eritrea, pero de nacionalidad etíope, a sus 55 años este mandatario ha sabido potenciar sus destrezas y minimizar sus debilidades. Por un lado, combina un perfil de político curtido, con 11 años como ministro, y por otro hace gala de su aura de reconocido experto en políticas de salud. Pese a las críticas por la lenta reacción ante la crisis, casi nadie discute su valía para dirigir la OMS. 

De su época como ministro de Salud (2005-12) son sus principales luces. Elaboró un plan sanitario que redujo a la mitad las muertes por sida, tuberculosis y malaria, así como las cifras de mortalidad maternal e infantil. Por el contrario, sus sombras vienen de su cargo como titular de Exteriores (2012-16), una etapa convulsa en Etiopía, con revoluciones, torturas y desapariciones.

Mientras sus detractores arguyen una intencionalidad política en sus acciones y le acusan de haber politizado la OMS, sus defensores atribuyen su buena relación con Rusia, China o incluso un sector de la sociedad estadounidenses, como Bill y Melinda Gates.