Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Todos cojos

17/03/2023

El mejor termómetro que mide lo que está pasando es el que cada uno de nosotros lleva incorporado. Los sesudos estudios que tantas veces nos intentan colar son tan interesados -la mayoría de las veces-, que quedan en evidencia cuando se alejan de nuestra propia percepción. Te pueden vender una estadística oficial sobre un descenso de los robos del 20% en la ciudad en la que vives, que, si entran en tu casa esa misma noche y se llevan hasta los gayumbos, te acordarás del padre o de la madre del que te está ofreciendo ese dato. Si osas a preguntar, la respuesta estará cargada de cinismo: la estadística se ha cebado contigo.  
Esto se puede extrapolar a cualquier ámbito de la vida cuyas cifras son controladas por el que manda. Solo si te saltas ese filtro -misión casi imposible- puedes aproximarte a lo que de verdad está ocurriendo. Lo acabamos de ver con los fijos discontinuos que estaban sin trabajar al cierre de 2022 y que no aparecen en las listas del paro. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, lo había ocultado hasta ahora. A cada pregunta que recibía, la respuesta era una larga cambiada, lo que confirma que, para no gustarle los toros, la gallega domina el toreo como nadie. Hasta que llegó una pregunta parlamentaria que pudo saltarse su férreo control. Un funcionario del Servicio Estatal de Empleo Público (SEPE) facilitó la respuesta que soluciona el enigma: a 31 de diciembre, en España había 443.078 trabajadores fijos discontinuos que estaban en su casa o donde les diera la gana, pero sin trabajar.
Esto del SEPE tómenlo como un acontecimiento planetario, que diría Leire Pajín, recordada durante el pasado 8M. No es lo habitual. Y aquí hay que hablar de las listas de espera en la Sanidad Pública. Como regla general, no es conveniente hacerles mucho caso. Y a dos meses para unas elecciones autonómicas, es mejor no prestarles ninguna atención. Que cada uno lleve su propia penitencia como buenamente pueda. Mi agnosticismo en este tema es total, porque prima la propia experiencia. Aunque el listado es largo, valga como ejemplo la última citación que ha llegado a mis manos y que reza así: «Guadalajara, a 6 de febrero de 2023. Le comunicamos que la cita solicitada para la especialidad de traumatología será…». Aquí suena el redoble de tambor mientras alguien pronuncia el And the winner is: 'Lunes 12 de febrero de 2024. Hospital Universitario de Guadalajara'. Hasta entonces, todos calvos, o todos cojos. Si te da por pedir explicaciones, siempre está la respuesta de manual: «tu caso es puntual y no refleja la media». Cuando les contestes con una retahíla de citaciones como la tuya, te tratarán de convencer de que hay cojeras simpáticas y que la culpa es de Madrid, cuya Sanidad está hecha unos zorros. Ayuso vale como comodín para todo.
Hay un asunto que ha llegado a tal nivel de decadencia que ni la habitual manipulación institucional es capaz de ocultar. Da igual cuando leas este artículo: la red de Cercanías que enlaza Guadalajara y Madrid sufre una degradación continua que provoca retrasos diarios y afecta a miles de pasajeros que cometen el delito de coger el tren para ir a trabajar, a estudiar o al médico. Esta semana ha vuelto a pasar y aquí no nos pueden engañar con la inversión ni con la estadística. La realidad es abrumadoramente más contundente. Tampoco pueden desviar la atención hacia el Gobierno de la Comunidad de Madrid, aunque lo intenten. Es competencia del Ministerio de Transportes, luego de Pedro Sánchez, y no estaría de más que en las cosas del comer, desde la Junta de Castilla-La Mancha se fuera tan contundente y reivindicativo como en otros momentos en los que nos ofendemos -con razón- por afrentas territoriales. No hay mayor desprecio a los ciudadanos que robarles su tiempo cada día y, en muchos casos, su salud en forma de desesperación. Nos quieren cojos o cabreados. Indignados, los llamaban. Eso era antes.