Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


España, ‘obligada’ a traicionar a los saharauis

24/03/2022

Debo reconocer, ya que tocó este tema, que la traición -moral, siempre moral y de afectos o desafectos, pues nada, o casi nada, valen en el mundo real del día a día- de Pedro Sánchez al pueblo saharaui, cuya protección, y hasta defensa diría yo, aunque sólo moral, ¡eh!, siempre moral, tiene encomendada España por resolución y mandato de las Naciones Unidas; digo que la traición de Pedro Sánchez, por orden de alguien, hizo que al conocer la noticia, unas pocas lágrimas, trufadas con arena del desierto, buscasen salida y campasen por sus respetos, impulsadas por el recuerdo de todo y la añoranza de más de este viejo periodista hacia aquellas tierras. Entonces, cuando al pueblo saharaui, digamos, lo mimaba el régimen de Franco, con el que, no lo duden ustedes, temas como la Marcha Verde, la descolonización, ¡aún pendiente!, y otros de menor importancia, pero también reos de solución civilizada, hubiesen tendido diferentes resultados en sus particulares ecuaciones, era impensable que se diesen situaciones y panoramas como los que estamos viviendo, y los saharauis padeciendo, se planteasen o anduviesen recorriendo, parcelas del cerebro de nadie. Pero, coincidencia de coincidencia, Franco inicia su particular camino sin retorno y la mente malvada del rey Hassan II inició el trabajo de idear, o dar forma a una idea más que mediada en su concepción y desarrollo, la Marcha Verde, para aprovechar la agonía de Franco, la ineptitud de algunos de sus colaboradores y no insinúo nada de posibles almas vendidas al oro de Rabat, porque, sencillamente, no creo que en los primeros 70 del pasado siglo hubiese ni un solo español con cuajo y malas tripas para hacer tal cosa. Mueren los dos, Franco y Hassan; se encanallan las relaciones Rabat-Madrid; se siguen encanallando y creciendo los insultos; Mohamed VI levanta su muro cansado de recibir metralla con la firma del Frente Polisario; el tema Sahara Occidental, antigua África Occidental Española, AOE, sube y baja como las oleadas de inmigrantes subsaharianos al andar por las dunas o los cayucos que, en mayor o menor número, mal navegan frente a las costas de aquel entrañable y añorado territorio. 
Hoy, con un problema real que dura ya casi medio siglo  y una situación general que impide el más mínimo desarrollo de semejante  territorio, puede que las solución más pragmática y de mejor futuro económico y social esté en algo parecido a una autonomía amplia, o una independencia con algún recorte, dado que, nos pongamos como queramos, el perro de Rabat no va a soltar el bocado, los referendums en zonas tan especiales como nuestro añorado Sahara no suelen potenciar mucho ni la dieta, ni la cuenta corriente, aunque no es menos cierto que dan satisfacción moral, sólo moral. Lo que no se puede hacer es, como ha hecho Pedro Sánchez, saltarse todas las normas al uso en estos cometidos. La aduladora y, a la vez, incorrecta y chabacana carta de Pedro Sánchez al rey de Marruecos, filtrada a El País por no sé quién, ni me importa, es prueba de que tampoco de esto, de relaciones internacionales, saben en Moncloa, ni Sánchez, ni Sancha.