Ecologismo llevado al extremo

SPC-Agencias
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La reciente oleada de protestas medioambientales en Europa utilizando renombradas obras como 'arma' política contra el calentamiento global abre el debate sobre la delgada línea que existe entre la reivindicación y el vandalismo cultural

Ecologismo llevado al extremo

La lucha contra el cambio climático está a la orden del día y los activistas medioambientales tienen claro que hay que despertar conciencias, sea como sea, incluso a costa de poder dañar el patrimonio artístico. Pero, ¿hasta qué punto son efectivas estas reivindicaciones?, ¿dónde están los límites entre el ecologismo y el vandalismo? El debate ya está abierto.

La última víctima de estos actos fue la figura de cera de Carlos III en el Madame Tassauds de Londres, que recibió esta semana un tartazo de un grupo contrario al uso de petróleo. El incidente tuvo lugar solo un día después de que una pareja de activistas lanzase puré de patata contra un cuadro de Claude Monet en un museo próximo a Berlín, pero el 14 de octubre otra agresión sucedió en la National Gallery de Londres contra Los girasoles de Van Gogh, esa vez con sopa de tomate como arma. Apenas una semana antes, dos personas pegaron su mano a la pintura de Pablo Picasso Masacre en Corea, expuesto en Melbourne (Australia). 

También en mayo, La Gioconda, uno de los principales reclamos del Louvre de París, sufrió la furia ecologista. Entonces, la famosa obra de Leonardo da Vinci recibió el impacto de un trozo de pastel arrojado por un visitante que simuló tener una discapacidad, si bien no sufrió daño alguno al chocar la tarta contra el cristal blindado que protege el óleo desde hace seis décadas. 

Esta reciente oleada de protestas medioambientales ha abierto el debate sobre la efectividad del uso de renombradas piezas artísticas como instrumento de reivindicación y son muchos los que se cuestionan si esta moda incipiente consigue justo lo contrario de lo que se propone.

Las ONG ecologísticas tampoco parecen tener una posición unánime, pero sitúan estas actuaciones en la necesidad de dar un paso más para exigir cambios urgentes y salvar así el planeta.

Desde Rebelión Científica y Extinction Rebellion España explican que la motivación de los jóvenes radica en la desesperación que sienten y lamentan que se esté poniendo el foco en el acto en sí y no en el mensaje que los activistas quieren transmitir al mundo.

El coordinador estatal de Ecologistas en Acción, Luis Rico, también «empatiza» con ellos, si bien admite que estos comportamientos, «más controvertidos» si cabe cuando se trata de renombrados cuadros, pueden generar «desafección».

Una larga lista

A pesar de que los últimos autores de los ataques forman parte de movimientos contra el calentamiento global, lo cierto es que la lista de obras que han sufrido agresiones intencionadas, al margen de la lucha medioambiental, es muy larga. La ronda de noche, de Rembrandt, es ejemplo de ello, pues ha sido víctima de varios actos vandálicos. En 1911, fue acuchillada por primera vez, pero el corte solo rasgó el barniz. También con daños superficiales se saldó el ataque en 1990 que llevó a cabo con ácido un enfermo psiquiátrico. Misma suerte corrió la Venus del Espejo, de Velázquez, a la que el sufragista Mary Richardson le asestó en 1914 siete cuchilladas. Y en 1974, un comerciante de arte escribió con pintura roja sobre el Guernica de Picasso, expuesto entonces en el MoMa de Nueva York, las palabras «Kill Lies All». Por suerte, la pintura fue eliminada.

Además de los cuadros, muchas otras obras han sufrido daños, entre ellas, icónicas esculturas como La Piedad de Miguel Ángel, que perdió un brazo, un ojo y parte de la nariz tras varios martillazos; o La Sirenita de Copenhague, decapitada en dos ocasiones.