Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


En efecto: lo mire por donde lo mire, esto es un caos

23/09/2022

Tengo para mí que todo este enorme rifirrafe acerca de quitar el impuesto sobre el patrimonio en según qué Comunidades autónomas (del PP, claro), respondido desde el Gobierno central con la promesa de instaurar un 'impuesto a los ricos', no es más que una enorme tormenta en un vaso de agua, con muy escasa repercusión presupuestaria, pero con una coletilla muy preocupante: hay demasiadas cosas en este Estado 'testicular' que no funcionan. Y menos en período preelectoral, que, por cierto, últimamente es casi siempre, aunque no toque.

Los boquetes en la buena marcha del Estado autonómico son demasiado evidentes, y nadie hace nada por disimularlos, sino más bien al contrario. Y así, el mero anuncio de la supresión del impuesto sobre el Patrimonio lanzado desde una autonomía -Andalucía en este caso; Madrid ya lo había hecho- ha provocado una enorme tormenta que poco o nada se compadece con las cifras que se barajan: la repercusión sobre la recaudación fiscal andaluza no llegaría ni a los cien millones de euros. El señor Moreno Bonilla ha conseguido un valor, en rentabilidad de imagen y ruido, mucho mayor que esa cifra,

Que el Gobierno central se enfade y contraataque prometiendo, sin detallar, la creación de un nuevo impuesto 'para los ricos', sean estos quienes sean, indica que, en efecto, algo tan serio como la política fiscal se está empleando como arma propagandística y de ataque al rival en momentos en los que, aunque no estén a la vuelta de la esquina, ya se avizoran las urnas.

Ricos contra pobres, el Gobierno central frente a algunos periféricos, unas autonomías frente a otras*Creo que nunca se había dejado sentir la confrontación social de manera tan aguda, y encima con ocurrencias ministeriales que cooperan eficazmente (¿verdad, ministra Montero, doña Irene?) a la confusión reinante, con perdón de los reinantes. La sensación del ciudadano de que se descuida lo importante para centrarse, con la inseguridad jurídica correspondiente, en lo accesorio es un efecto colateral más del barullo en el embarrado patio del colegio político.

Como lo es, por añadir algún leño más a la hoguera de las vanidades, y aunque no sea precisamente de lo que la gente habla en el autobús, el desbarajuste que entre unos, otros y los otros --sí, también los propios jueces contribuyen a veces al lío-- se ha montado en torno a la renovación del poder judicial, cuyo presidente ya anda formalizando su dimisión, algo inédito en el panorama de cosas inéditas que caracteriza el paisaje sin par de este país. A ver qué dice el comisario europeo de Justicia cuando nos visite la semana próxima: puede que, contagiado de la perplejidad reinante, no diga nada porque esto no hay eurócrata ni cristiano que lo entienda.

Siento decirlo, pero todas las noticias (nacionales; de las internacionales ya ni hablo) que veo en las portadas de los periódicos creo que producen un clima que nos hace pensar a los votantes y contribuyentes, que deberíamos ser los que regimos los destinos del país, si estamos en buenas manos. ¿Lo estamos? Respóndase usted mismo.