Cuidados para el cuidador

SPC
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Cerca de dos millones de personas dependientes en nuestro país requieren asistencia, que en la mayoría de los casos no es profesional

Cuidados para el cuidador - Foto: Europa Press

El próximo 5 de noviembre se celebra el Día Mundial de las Personas Cuidadoras, una jornada para concienciar sobre la labor de esta figura y prevenir una sobrecarga de su salud. Como aclara el doctor Julio Maset, médico de Cinfa, «encargarse de los cuidados que requiere un paciente, persona dependiente o de edad avanzada es una responsabilidad que se extiende 24 horas al día, siete días a la semana. Por eso, si no se toman las precauciones necesarias, se busca apoyo para compartir el cuidado y se dedica tiempo a uno/a mismo/a, el cuidador o cuidadora puede sufrir un desgaste y agotamiento físico, emocional y social, que es lo que conocemos como el síndrome del cuidador quemado».  

En nuestro país hay alrededor de dos millones de personas dependientes, «si bien la cifra de cuidadores es difícil de conocer, ya que, a menudo, los familiares ejercen la función de asistente principal sin que esta actividad quede registrada de manera oficial». Aunque cada vez hay más hombres que asumen este rol, el prototipo de persona cuidadora no profesional es el de una mujer de mediana edad, casada, familiar, directo de la persona afectada (pareja, madre, hija...), con grado de escolaridad medio, que no recibe ayudas externas y sobre quien recae casi en exclusiva la responsabilidad de supervisar la salud y hacerse cargo de la persona dependiente. 

Desgaste físico y emocional.  La dedicación y exigencia intensiva pueden comprometer notablemente la salud de la persona cuidadora. Así, el síndrome del cuidador quemado antes mencionado se caracteriza por múltiples síntomas: falta de energía, cansancio y preocupación continua, insomnio, pérdida del apetito y/o de peso, dolores de cabeza o en otros puntos del cuerpo, palpitaciones, irritabilidad y cambios frecuentes de humor, niveles elevados de estrés, ansiedad y/o depresión, apatía, abuso de alcohol, tabaco o de ansiolíticos y antidepresivos, dificultad para concentrarse y para relajarse.

Además, aclara el doctor Maset, «puede aparecer un sentimiento de culpa si no se atiende al paciente o familiar que lleva a relegar a un segundo plano la propia salud y las actividades sociales y de ocio para enfocarse exclusivamente en el ser querido. Esto termina a menudo en episodios de tristeza, desesperanza y sensación de aislamiento familiar y social. Incluso, puede perderse el interés en el propio puesto de trabajo y acabar perdiéndolo».

El riesgo de que la persona cuidadora sufra estas alteraciones aumenta conforme a la edad del paciente o persona con dependencia, su posible actitud, el número de enfermedades que tenga, la ausencia de colaboración de otros familiares, la menor capacidad económica y el nivel de formación e información del asistente. Por tanto, en el papel de acompañar y atender las necesidades de un paciente, es muy importante trabajar aquellos factores que sí son controlables y que pueden resumirse en la idea de cuidarse para cuidar. Por ejemplo, reservarse tiempo para seguir hábitos saludables como practicar ejercicio físico de manera regular, alimentarse y descansar bien, relacionarse socialmente y disfrutar de aficiones y actividades de ocio.