Diego Murillo

CARTA DEL DIRECTOR

Diego Murillo


Un año del sinsentido

20/02/2023

A unos días de que se cumpla un año del inicio de la invasión rusa en Ucrania, cerca de 170.000 refugiados conviven en nuestro país sin la esperanza a corto plazo de que se atisbe una solución al conflicto. Tras los primeros días, el desplazamiento de civiles ucranianos a las fronteras europeas derivó en una crisis humanitaria que la Unión Europea fue solventando con el paso del tiempo y la solidaridad de todos los países miembros, sin excepción. En Ciudad Real, como en otros territorios, la acogida fue más allá de los cauces regulados por las administraciones que, en un momento determinado, se vieron superadas por la llegada de ucranianos sin visado por iniciativas de particulares y de asociaciones. A lo largo de este tiempo, su adaptación, como hemos publicado en estos meses con la historia de distintas familias, ha resultado fácil y nada problemática. Quizá habría que tomar de ejemplo estas experiencias para ofrecer el mismo tipo de ayudas, sin condiciones ni prejuicios, sea cuál sea el país en guerra. 
En cambio, en este año de compleja confrontación de estos dos países vecinos del Este de Europa, poco o nada se ha aclarado cuáles son los motivos reales de por qué se prendió la mecha que, al parecer, nadie supo advertir. Se nos dijo y convenció de que iba a ser cuestión de semanas, tal vez de meses. Nunca de años. Se puso el foco en la unilateralidad de Moscú en apropiarse de un territorio, en especial Donbas, de la noche a la mañana, como si Putin, que durante décadas 'coqueteó' con todos los líderes europeos sin excepción, estuviera inmerso en un delirio sin cura. Se nos ha querido convencer, y se no convenció, de que el presidente de Rusia es una especie de Hitler que ha violado el derecho internacional sin ningún motivo nada más que el de la locura. Nos han hecho creer que todo es blanco o negro. 
Quizá parezca que avale de alguna manera el peor episodio bélico de los últimos 50 años en plena Europa. Todo lo contrario. La utilización de la guerra como estrategia política tuvo que quedar aparcada justo cuando el continente tuvo que resurgir de sus cenizas por la locura, esa sí, del líder de la Alemania nazi. Fue tal la quiebra de la razón humana que se antojaba imposible repetir un escenario de este tipo años después. Tampoco hay que olvidar que Europa ha cerrado los ojos tiempo atrás: la guerra de los Balcanes, Chechenia, Osetia del Sur, la anexión de Crimea…
Se echa en falta una Unión Europea dominante y sin injerencias ante la prolongación del conflicto. No se entiende que, además,  haya desistido en tender puentes para poner fin a este sinsentido. La diplomacia centroeuropea (Alemania y Francia) dejó de intentarlo a los pocos meses y se aceleró, por el contrario, la carrera armamentística hasta tal punto de que la presidenta de la Comisión Europea ha apelado a los países a incrementar su apoyo militar, sobre todo municiones y tanques, para detener el imperialismo ruso. Mientras, Washington, desde la distancia, saca tajada en todos los ámbitos: en el energético, en el militar, en el económico y en el geopolítico a través de su brazo ejecutor: la OTAN. Al menos, tras un año del sinsentido, plantéense estas cuestiones.