Los investigadores del proyecto Mapas de la Memoria están realizando una investigación, todavía en fase inicial, para localizar a familiares de los 34 ciudadrealeños fallecidos entre 1937 y 1941 en el campo de concentración y luego prisión de Orduña (Vizcaya), según explicó a La Tribuna el director de este proyecto, Jorge Moreno.

Moreno insistió en que el trabajo se desarrolla siguiendo unos protocolos científicos, similares a los que se han empleado recientemente en las fosas de Almagro y Manzanares. Pero al mismo tiempo, advirtió que no siempre esa búsqueda de ADN de familiares de los fallecidos de hace más de 80 años se desarrolla con éxito.

«Es una cuestión muy delicada e intentamos no inquietar a las familias», señala el  investigador de la UNED, como explicación para evitar difundir las listas de nombres en un primer momento. «Eso no quita que en una fase más adelantada hagamos una búsqueda mediante anuncios para que una persona concreta se ponga en contacto con nosotros», aclara.

En cualquier caso los 34 ciudadrealeños enterrados en la fosa del cementerio de Orduña, proceden de hasta 25 localidades de la provincia, en su gran mayoría con profesiones como labrador o jornalero, tan solo en un caso, se identifica a la víctima como industrial, a otra como metalúrgico y a un tercero como forjador, el resto desempeñaban oficios variados más ligados a la vida cotidiana de los pueblos, desde barbero a pocero.

Moreno detalla que el método de trasladar a los presos lejos de sus localidades de origen fue habitual durante la represión que siguió al final de la Guerra Civil. «Y no solo una vez, sino varías», lo que dificulta hallar el rastro de las familias de hace 80 años.

«Los presos eran trasladados a unas cárceles u otras en función de su origen, su sexo o incluso su edad», detalla antes de recordar que muchas de las mujeres apresadas en Ciudad Real fueron trasladadas a Tarragona.