La iglesia católica ha sido la gran impulsora de una acción social sin precedentes en la historia. Especialmente desde finales de la década de los años 50 del siglo pasado, con unas incipientes asociaciones, lo que hoy conocemos como ONG, la iglesia católica ha desarrollado una acción contra el hambre y contra la pobreza como nunca antes había sucedido. Gracias a ella hay mucha menos hambre en el mundo y más solidaridad. ¿Las que más sobresalen? Cáritas y Manos Unidas, pero hay muchas más que con la inspiración del Evangelio han sido acicate para una sociedad que se limitaba 'a poner un pobre en su mesa'. A partir de ahí, muchas otras iniciativas han surgido. Por todo hay que dar gracias a Dios.
Después de aquel impulso inicial, poco a poco se ha ido ralentizando el descenso en números de la incidencia de la pobreza. «Cerca de 670 millones de personas, seguirán padeciendo hambre en 2030, el 8% de la población mundial, igual que en 2016, cuando se puso en marcha la Agenda 2030». Esto es lo más preocupante: que no avanzamos. Muchos programas, muchos discursos y palabras, pero es que «el amor se debe poner más en las obras que en las palabras». 
Este fin de semana es de Manos Unidas y de su campaña contra el hambre: «Frenar la desigualdad está en tus manos». Debemos exigir a los gobiernos acciones de mayor calado igual que nuestro estilo personal de vida debe ser signo de que estamos unidos en lazos invisibles.