Ayudar en el terremoto desde la distancia

M. Lillo
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Moraleda, que ayudó en el tsunami de 2004 en Indonesia y el terremoto de Haití de 2010, detalla la labor de Bomberos Sin Fronteras

Rafael Moraleda, en el parque de bomberos de Ciudad Real. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Entre la devastación, la muerte y el caos que han sacudido a Turquía y Siria, en el que es ya el terremoto más letal de la región en casi un siglo, con 17.500 muertos, se intenta abrir un hueco a la esperanza y a la vida, unas difíciles galerías de rescate que tratan de levantar entre tantos escombros los efectivos de Bomberos Sin Fronteras que se han trasladado desde España a esta parte del mundo en un llamamiento a la solidaridad.

Rafael Moraleda es miembro de este cuerpo de bomberos que cruza fronteras para responder a las tragedias de mayor envergadura, como la que sumergió en la desolación a la isla de Sumatra en el tsunami de diciembre de 2004 o como la del terremoto de Haití de 2010. En ambas estuvo este ciudadrealeño que aunque en esta ocasión no ha podido desplazarse a Turquía por motivos personales, no le falta ímpetu para apoyar a los nueve compañeros de esta ONG que ya trabajan en la zona y además, con el equipo de rescate de Taiwán, lograron sacar de entre los escombros a un niño de 12 años.

Moraleda reconoce que en este tipo de tragedias que sacuden el mundo «las primeras 72 horas son cruciales para rescatar a la mayor cantidad de personas», aunque eso no quiere decir, prosigue, que haya que perder la esperanza en que se encuentren más personas con vida tras haber transcurrido este tiempo. Esa es, dijo, la mayor alegría que pueden experimentar quienes ponen su esfuerzo y su compromiso para actuar en este escenario de devastación.

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Ayudar en el terremoto desde la distancia - Foto: Tomás Fernández de Moya
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«La alegría es intentar hacer algún rescate, que es la mayor satisfacción que te queda, pero lo demás no es trabajo perdido, lo importante es ir y prestar ayuda», asegura. Para eso se preparan a conciencia en Bomberos Sin Fronteras, donde explica que participan en ciclos periódicos de formación donde abordan cuestiones como rescate en altura, manejo de cuerdas, rescate con camillas, primeros auxilios, movimiento de cargas por si es necesario apuntar algún edificio para sacar a personas atrapadas o el uso del conocido como TPL (Localizador de Personas Atrapadas), que detectan cualquier pequeño ruido o vibración que puede ser el indicio de una vida que subyace entre el amasijo de edificios derruidos. En el caso de Turquía y de Siria, lamenta «las miles de estructuras» que se han caído a consecuencia del seísmo en una zona que, por la guerra o por otras circunstancias, no ha podido invertir en adaptar los edificios a los terremotos. Una triste y dura realidad en la que ahora trabajan a contrarreloj sus compañeros en unos rescates que también suponen «mucho estrés» y a los que Moraleda, en esta ocasión, ayuda desde la distancia.