La alianza más estable PNV-PSE

Agencias-SPC
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Urkullu aspira a seguir gobernando en el País Vasco, aunque sea con el apoyo de su socio más leal al que ahora cortejan otros partidos

La alianza más estable PNV-PSE - Foto: Javier Etxezarreta

El PNV y el PSE conforman una histórica y sólida coalición que actualmente gobierna en las principales instituciones vascas, desde el Gobierno Vasco a las tres diputaciones, las capitales y los municipios más poblados. En Madrid, además, los nacionalistas vascos han pagado la lealtad regional con un apoyo casi inquebrantable al Gobierno central. Una alianza que podría seguir en tierras euskaldunas después del 12 de julio, a pesar de las discrepancias en la gestión de la pandemia y de los cantos de sirena que le llegan al PSE desde otras formaciones para acabar con la hegemonía jetzale en el poder autonómico.

Los dos partidos más antiguos, ambos con más de un siglo de historia, han compartido, siempre bajo el liderazgo del PNV, el Gobierno Vasco en numerosas ocasiones, empezando por la II República y el exilio para continuar con los gabinetes del lendakari Ardanza y ahora con Urkullu de presidente. El pacto, además, siempre ha acabado por extenderse hacia abajo, a las instituciones locales, lo que refuerza el interés de ambas fuerzas políticas por reeditar la coalición, ya que buscar otro socio alternativo para el Gobierno Vasco puede provocar una crisis en el resto de instituciones. Moncloa incluida. De hecho, las dos formaciones, pese a la retórica declaración de que primero tienen que pronunciarse los ciudadanos en las urnas, ya han dejado claro que apuestan por reeditar la alianza.

En estos momentos el PNV no parece tener otro socio a mano por el enfrentamiento que mantiene con EH Bildu y los cambios en las direcciones de Podemos y el PP vasco, ya que tanto Miren Gorrotxategi como Carlos Iturgaiz mantienen una beligerancia frontal con los jetzales alejada de las posiciones de sus antecesores, Lander Martínez y Alfonso Alonso.

Pacto de izquierda

Por su parte, las socialistas han dejado claro en reiteradas ocasiones que no contemplan para nada el tripartito de izquierdas que propone Elkarrekin Podemos. Pesa demasiado el temor a que romper en Euskadi con el PNV deje en minoría al Gobierno de Sánchez en el Congreso.

En estos cuatro años la coalición ha funcionado sin problemas, pese a las tensiones que han surgido en algunos municipios de Guipúzcoa entre los dos socios y que las ejecutivas han acotado como problemas locales. El caso más grave es el de Irún con la ruptura entre los dos socios en 2018, cuando el alcalde socialista, José Antonio Santano, cesó al portavoz del PNV como concejal de Urbanismo. Tras las elecciones municipales de mayo 2019 reeditaron la alianza, pero solo duró medio año, hasta que el PSE sacó el presupuesto local con EH Bildu y Podemos.

El otro momento de fricción entre ambos ha sido reciente, con la gestión del estado de alarma a mediados de abril, cuando el PNV lo tildó de 155 encubierto y de proceso recentralizador. Los problemas con los suministros médicos, el reparto de mascarillas y la «hibernación» de la economía fueron los problemas que llevaron a Urkullu a afear a Sánchez en una conferencia de presidentes que no acordara con las autonomías las medidas a aplicar.

Sin embargo, el enfado entre ambas formaciones, que tuvo más de pose de cara, precisamente, a las elecciones autonómicos, que de realidad, no duró demasiado en el tiempo. Y las  relaciones entre los jetzales los socialistas en Madrid volvieron a mejorar, aunque con choques como en el reparto del Fondo Covid para las autonomías sin convocar la Comisión Mixta del Concierto. Ni siquiera el pacto con EH Bildu con Ferraz para derogar la reforma laboral o los acuerdos del PSOE con Ciudadanos quitaron a los nacionalistas vascos el papel de socio preferentes de los socialistas.

De hecho, el acuerdo con los abertzales, que ayudó a sacar adelante la última prórroga del estado de alarma, tampoco hizo mucha gracia al PSE, que se apresuró a dejar claro que era puntual y que la derogación de la reforma laboral del PP no era una conquista de la formación de Otegi.