«Es como si se hubiera congelado el tiempo»

Hilario L. Muñoz
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Dos trabajadores en ERTE desde marzo del año 2020 relatan su vida después de que el COVID los enviara a un limbo laboral

Imagen de archivo de una terraza en pandemia

Las más de 400 personas que siguen en ERTE desde marzo del año pasado se encuentran en un limbo, del que cada cierto tiempo tienen alguna noticia. Por una parte, los expedientes se han ido renovando casi cuando estaban a punto de finalizar. En esta ocasión, ha sido a una semana, finalizaban el 28 de febrero y hoy se aprueba su prórroga hasta el 31 de marzo. Por otra, en cualquier momento podrían recibir la llamada y volver a trabajar a tiempo completo o bien tocarle el día de trabajo cuando su ERTE se hizo por reducción de jornada. «Es como si se hubiera congelado el tiempo» en aquel mes de marzo de 2020, cuando llenos de incertidumbre, miles de trabajadores, casi 22.500 en la provincia, se quedaron en casa con un expediente de regulación temporal de empleo. Así lo ven las dos personas que están en expedientes de regulación de empleo con las que La Tribuna ha hablado. Ambas prefieren guardar el anonimato, tanto su nombre como de sus empresas.

Juan, trabaja en la hostelería, y desde marzo ni él ni sus compañeros han regresado a su empresa. «Seguimos en las mismas circunstancias de 2020 sin poder disponer de nuestro tiempo porque no sabemos cuándo va a terminar esto», señala este trabajador, que ve con «expectación» y «nervios» el final de estos expedientes, que podría conllevar el cierre de empresas como la suya y que el ERTE se convierta en un ERE. «El COVID ha cambiado la economía» y sectores como la hostelería están «muy afectados y limitados» por el teletrabajo o la ausencia de eventos que aún no se han recuperado. «No hay negocio suficiente para estar al 100%», señala, mientras considera que se les ha dejado atrás, «no hay un diálogo fluido» ni por parte de la empresa, ni tampoco por parte de la administración, lo que ha impedido a la plantilla hacer cursos, reciclarse o formarse, ante esa posibilidad de que el ERTE suponga al día siguiente, en cualquier momento, el fin de su contrato laboral o la vuelta a su antiguo empleo. «Tenemos una sensación de estar en un limbo, no sabes qué va a pasar», dijo Juan, quien va viendo cómo se quedan atrás y «la gente se incorpora a sus trabajos y ves que tú sigues en ERTE». 

«Si tuviera que definirlo con una palabra es impotencia, no es solo el ERTE y haber pasado lo que ha pasado, estás desamparado, no encuentras ayudas», apunta Raúl, otro trabajador de ERTE, en este caso del sector servicios. Su situación es algo distinta. Sí tiene una conversación más fluida con la empresa y de hecho ha trabajado en días sueltos, al no haber habido una suspensión completa de jornada. Esa relación le ha permitido apostar por el reciclaje y formarse, con una FP a distancia, para valorar el cambio de empleo a un sector distinto. «Con casi 40 años, no era la idea principal volver a estudiar, pero por aprovechar el tiempo he decidido lanzarme», relata. De hecho, el tiempo sin ocupar es la parte más difícil porque «psicológicamente afecta bastante». «No puedes hacer nada porque no sabes si dentro de un mes vuelves a trabajar» o si el futuro está lejos de la empresa actual. Como idea, recuerda que podría haberse formado en aportar nuevas técnicas a su empresa, pero «se ha perdido el tiempo» al no dar este tipo de opciones dentro de los expedientes. 

Ambos trabajadores señalaron que estos dos años en ERTE han tenido una parte 'positiva': «el tiempo en familia», aunque se haya hecho a costa de su sueldo, recortado por las prestaciones de desempleo que les ha quedado. «Por suerte en mi casa no va a faltar un sueldo al menos, mi mujer trabaja como funcionaria, y por ahí he tenido suerte», explica Raúl.  «Hemos podido disfrutar más y acompañarnos en cosas que antes no podíamos», concluye Juan.