Dejar la ciudad por el pueblo

Ana Pobes
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Ingwer y Lorena proyectan su futuro en Ballesteros de Calatrava, donde han comprado su primera vivienda común motivados por los incentivos fiscales y la ayuda de la Junta a menores de 35 años que se instalen en municipios de menos de 5.000 habitantes

Dejar la ciudad por el pueblo - Foto: Tomás Fernández de Moya

Ingwer y Lorena están enamorados. Desde que se vieron por primera vez hace 14 años en Ciudad Real, en la piscina de un amigo en común, tuvieron claro que querían estar juntos. La crisis de 2013 llevó a que Lorena, maestra de profesión, se quedara sin trabajo. Fue la 'excusa' perfecta para dejar La Mancha y viajar hasta Varsovia (Polonia), donde por aquel entonces Ingwer, administrativo financiero, se encontraba de Erasmus. Allí, en la capital polaca, vivieron casi tres años para volver después a Albacete, donde les surgió una oportunidad laboral. Ahora, por motivos profesionales, ella continúa en Albacete y él en Ballesteros de Calatrava, un pequeño municipio de apenas 400 habitantes, y donde han proyectado su futuro juntos. Así, el amor que se profesan quedó patente el pasado 28 de diciembre, cuando firmaron la escritura de su primera vivienda en común en esta localidad, ubicada a pocos kilómetros de la capital. 

Ellos son un ejemplo de que la población más joven empieza a plantearse la vida en el pueblo como solución a la subida de precios en las ventas y alquileres de pisos. «Queríamos vivir en Ciudad Real, pero ninguna casa cumplía con nuestras pretensiones. Somos un poco ambiciosos en ese sentido, y queríamos espacio para los dos. Buscábamos una vivienda con suficientes habitaciones, con un espacio al aire libre y que nos valiese para toda la vida». Y eso, lo encontraron en Ballesteros de Calatrava, donde han creado su nido de amor. Un adosado de tres plantas con tres habitaciones y un pequeño patio.

«En el rango de precios que podíamos ofrecer, en Ciudad Real eran pisos muy antiguos, muy pequeños o en muy mal estado», comenta Ingwer, por lo que apostaron por los pueblos de alrededor. De nacionalidad belga y amante del ciclismo, Ingwer ya conocía Ballesteros por sus rutas en bici, pero el anuncio de crear una cooperativa energética en el pueblo para independizarse de las eléctricas les llevó a centrar todas sus miradas en este lugar, cerca de la sierra de Calatrava y próximo al aeropuerto de Ciudad Real. Todos esos factores juntos, les llevó a decidirse por adquirir la que hoy es ya la casa de sus sueños. Una vivienda que han comprado con «mucha ilusión» pero también motivados por las rebajas fiscales que les ofrecía el Ayuntamiento y la subvención que otorga la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a menores de 35 años que adquieran una vivienda en localidades de menos de 5.000 habitantes. Ellos cumplen todos los requisitos. 

Dejar la ciudad por el pueblo Dejar la ciudad por el pueblo - Foto: Tomás Fernández de MoyaSin duda, reconocen, un buen «suplemento para cancelar parte de la hipoteca», ya que la ayuda regional cubre un máximo del 20% del valor de la compra (la ayuda puede llegar a alcanzar los 10.000 euros). Sacaron la calculadora, hicieron números y dieron el paso para poner su granito de arena al éxodo urbano. Y es que, de no existir estas ayudas, se lo hubieran pensado algo más, reconocen en lo que es ya su dulce hogar. 

Sí, el rural se ha puesto de moda, sobre todo entre licenciados y graduados universitarios, que han depositado en los pequeños pueblos todas sus esperanzas para una vida mejor. Los alcaldes saben que ahora es el momento de convencer a los dudosos de que el mundo rural es una buena opción para vivir. Tienen pánico a la despoblación, pues cada vez el número de habitantes es menor. Precisamente por eso, muchos pueblos pequeños han decidido ofrecer ventajas para propiciar la llegada de nuevos habitantes. Y de momento, en Ballesteros funciona. 

Juan Carlos Moraleda es el alcalde de Ballesteros de Calatrava. En declaraciones a La Tribuna recuerda que antes de la pandemia el Consistorio puso en marcha un plan para revitalizar el mercado interior de compraventa de viviendas y solares. Una iniciativa, enmarcada dentro de las acciones municipales de lucha contra la despoblación, que busca facilitar el acceso a la vivienda. Así, el Ayuntamiento «se convierte en inmobiliaria y da los primeros pasos para conseguir al cliente, a quien se le enseña las casas disponibles que forman parte de una bolsa». En el caso de Ingwer y Lorena fue el propio regidor quien les enseñó la vivienda. «El alcalde se ofreció a enseñarnos la casa y nos habló del pueblo. Él nos despejó bastantes dudas», reconocen.

Dejar la ciudad por el pueblo Dejar la ciudad por el pueblo - Foto: Tomás Fernández de MoyaUna vez interesados, explica el regidor, se negocia la financiación con el banco, que para aquellos que se quieran instalar en Ballesteros se les ofrece «un punto menos» en la hipoteca. Pero a nivel municipal se les echa también una mano con diferentes medidas. Entre ellas, detalla, la bonificación de un 50% del Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos de naturaleza Urbana (plusvalía), la subvención del 50% del Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras (ICIO) y el mismo porcentaje del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) durante los primeros cinco años. Sin olvidar, la subvención del cien por cien del proyecto de rehabilitación de la vivienda. Incentivos que han hecho que hasta el momento se hayan asentado dos familias en el municipio, aunque «hay más gente interesada», comenta Moraleda con satisfacción.

Dejar la ciudad por el pueblo
Dejar la ciudad por el pueblo - Foto: Tomás Fernández de Moya
En Ballesteros se respira paz y tranquilidad. Todo el mundo se conoce, y siempre hay alguien cuando se le necesita. Una vida bien distinta a ciudades como Varsovia, «donde se echa mucho tiempo en el transporte y todo es más caótico, con más ruido». «Juntos hemos probado un poco de todo, y no hace falta vivir en la misma ciudad para tener de todo, incluso vida social», argumenta Ingwer. Y ellos, lo saben bien.