A finales del siglo XV y principios del siglo XVI las autoridades municipales se encontraron con graves problemas producidos por la propagación de enfermedades infecciosas y la aparición de epidemias, buena parte de ellas provocadas por la falta de higiene, la contaminación de las aguas estancadas y su consiguiente exceso de parásitos e insectos. Esta circunstancia se vio agravada con las nuevas dimensiones que iba adquiriendo la urbe y el alza de su población. Todo ello puso de manifiesto la inexistencia de una mínima planificación e infraestructura para poder evacuar las aguas estancadas y de lluvia fuera de la ciudad. Era, por tanto, una necesidad imperiosa dar cauce ordenado a las aguas pluviales y sobrantes de usos domésticos, para ser trasladadas a zonas alejadas del núcleo poblacional.
Con este fin, en el año 1508 se excavó una zanja de drenaje denominada la Cava, que partiendo de lo que hoy es la plaza de Cervantes, junto al desaparecido árbol Gordo, donde se recogían las aguas de lluvia allí estancadas, atravesaba la plaza del Pilar y discurría por la actual calle Ramírez de Arellano y Tinte, hacia la puerta de Alarcos, desde donde seguía su cauce en paralelo a la muralla hasta llegar a un sumidero excavado en mina que se construyó en la finca Celada, en las proximidades de la pedanía de Las Casas. Desde este lugar las aguas residuales continuaban a cielo abierto hasta llegar al Guadiana.
Esta infraestructura, o si se la puede denominar red de evacuación, era simple y similar a la que se utilizó en muchas de las poblaciones españolas con problemas de evacuación de sus aguas. La infraestructura consistía en pequeños conductos que se horadaban en el centro o laterales de las calles, aún sin empedrar, que daban salida a las aguas residuales y pluviales en dirección a la cava o zanja principal, donde eran vertidas.
Calle Tinte, la antigua cava de desagüe de Ciudad Real - Foto: Rueda VillaverdeA todo este cauce que discurría por el trayecto de lo que hoy se conoce como calle del Tinte, se le denominó la Cava.
En torno a la cava se asentaron la mayoría de los moriscos que llegaron a Ciudad Real procedentes de las Alpujarras, al ser expulsados de allí en el año 1570. Muchos de ellos, aprovechando que por esta zona discurría la cava con el necesario volumen de agua, se dedicaron a la floreciente industria de los paños, curtido de pieles, telares, tintes, etc. Precisamente por ejercerse en esta calle la actividad del curtido y tintado de las pieles, empezó a ser conocida por el nombre de Tinte.
La fisonomía, trazado y urbanización de la calle Tinte cambió radicalmente en el año 1950, siendo alcalde José Navas Aguirre. Tras el embellecimiento de la plaza del Generalísimo (hoy plaza Mayor), y la urbanización de la plaza Cervantes, entre otras, se pensó en la creación de una gran avenida que uniese la plaza del Pilar con los paseos de Cisneros (hoy ronda de Ciruela), creando una plaza en medio que fuese articuladora entre la nueva avenida y la antigua calle del Tinte. Como consecuencia de este proyecto se construyó la avenida del Rey Santo, la plaza de la Provincia y se expropiaron pequeñas edificaciones de escaso valor y con un mal estado de conservación, situadas entre la avenida de los Mártires (hoy calle Alarcos) y la calle Pozo Dulce, con el fin de convertirlas en solares para promociones inmobiliarias y urbanizar la tortuosa calle Tinte.
Fruto de esta importante intervención urbanística es la actual calle Tinte, que tiene su inicio en la calle Ciruela y termina en su confluencia con la calle Alarcos.