Pedro Castrortega es uno de esos artistas totémicos que ha dado la provincia de Ciudad Real, sus orígenes están en Piedrabuena, y aunque ahora reside en Madrid, de ese entorno rural ha obtenido buena parte de su imaginario artístico salpicado de colores. Actualmente expone en el convento de la Merced de Ciudad Real la colección Tiempo roto, que se gestó durante varios años. En ella las piezas artísticas se acompañan de bocetos en los que muestra la evolución de su proyectos hasta su resolución proyectos y algunos materiales autobiográficos. La exposición permanecerá en las salas de la antigua casa mercedaria hasta el domingo 29 de enero.

¿Qué es esta exposición Tiempo roto que actualmente se encuentra en el Convento de La Merced?

Es el fruto de un trabajo que está un poco oculto en el pasado, en torno a este tiempo que estamos viviendo, donde hay una especie de desequilibrio, pero yo buscando la profundidad de la creación, que es lo que a mí me gusta como artista, ir hacia un futuro positivo.

Esta exposición estaba prevista para antes de la pandemia pero se tuvo que posponer, ¿ese paso del tiempo ha afectado a los contenidos de esta muestra?

Sí, ha afectado, porque había una parte de la obra con escenas en tonos más oscuros; y después me lo fui planteando con mucha más claridad, es una exposición con un aire más positivo. Creo que eso es un cambio importante de cara al espectador.

La exposición incluye también algunos bocetos de la fase de desarrollo del proyecto, ¿qué significa poner este material a disposición de espectador?

En el fondo es un diálogo con el visitante para ponerlo más fácil, porque a veces se hacen las cosas desde la distancia o parece que son más distantes de lo que realmente es. Con esto lo que buscamos es dar al espectador la posibilidad de verlo tal y como es. Yo voy trabajando en el taller, voy colocando los dibujos que me parecen, sujetándolos a la pared, ahí los miro, los remiro y voy viendo lo que puedo llevar a cabo dentro de un cuadro. Es un juego que me parece muy bonito. Es trasladar no sólo lo que es el resultado final, sino mostrar también cómo estaban las piezas en el estudio en la realidad antes de llegar al final.

Estos años de pandemia, crisis económica y guerra, ¿de alguna manera han afectado a su forma de expresarse artísticamente?

Sí, porque el encierro ha sido una situación muy difícil. Mi familia viene del mundo de la caza, de la naturaleza y eso me puso más difícil llegar a mis fuentes de inspiración. Todo eso lo procesas en tu cabeza, lo vives internamente y lo trasladas a la obra. En este caso, toda la tragedia de la pandemia, toda las cosas de las guerras que ha habido, de la deshumanización que se está produciendo, todo eso me afecta porque yo no vengo de otro planeta, vengo de la raíz, de la creación y todo lo que está sucediendo es un drama que de alguna manera nos muestra la necesidad de buscar la salvación.

La exposición también tiene varios materiales autobiográficos, ¿eso ya es ir más allá del arte?

Sí, es una mezcla, es una exposición autobiográfica porque yo no aprendí a andar de la mano de mi madre, aprendí a andar sujeto a los palos de una carreta y eso ya lo dice todo. Todo eso para mí muy importante. Siempre me he sentido muy vinculado a la naturaleza y eso tiene mucho que ver con la poética que busco en mi trabajo.

¿Cómo sitúa esta exposición en el conjunto de su trayectoria?

Es un paso hacia adelante y una búsqueda porque cuando uno se está estrenando estamos influenciados por fuerzas, por tendencias o por pensamientos exteriores. Ahora no, ahora estoy liberado de todo eso y me fijo en mí mismo, ya no miro hacia lo que se hace en otros sitios, sino que me dirijo hacia mí como posibilidad de trabajo. Busco mis temas en mis raíces, en la tradición de la que yo vengo.