Diego Murillo

CARTA DEL DIRECTOR

Diego Murillo


El chacachá del bus, chacachá del tren

07/02/2022

Ahora que la sexta ola empieza a menguar, quizá es el momento de replantear determinados asuntos que se quedaron aparcados por esta larga pandemia que está a punto de cumplir los dos aniversarios. En esos primeros días de confinamiento total, una de las imágenes que han quedado en la retina son esas calles desérticas de grandes ciudades y pequeños municipios, así como autobuses y trenes fantasmas que circulaban, en muchos de los casos, para facilitar la conexión y el transporte de los trabajadores esenciales, principalmente sanitarios. En ese impasse desolador para muchos sectores, el transporte de viajeros en autobús quedó varado en una ola que aún le afecta. La movilidad ha quedado herida de tal manera que los servicios públicos (metro, autobús, cercanías o lanzaderas AVE) no son capaces de volver, tras un año de cierta normalidad, a cifras de antes.
En el caso de la capital, el bus urbano ha caído a unos números preocupantes. Después de cerrar un 2019 de récord y cuando se encontraba en una ilusionante remontada, el parón pandémico le ha devuelto a la cruda realidad del déficit. La movilidad, pese a ser una ciudad cómoda y accesible para circular en bicicleta, pasear e incluso para acceder al centro en automóvil o en moto, nunca ha gozado de la complacencia del usuario. Se ha criticado la falta de estacionamientos -gratis, claro- de parking disuasorios, de aparcamientos sin zona azul, incluso parte del equipo de Gobierno se echó a la calle en la oposición para eliminar la concesión del estacionamiento regulado. Era y es frecuente escuchar el gran «horror» de adentrarse con el coche al centro o la lucha titánica por encontrar una zona de aparcamiento libre, como si las inmediaciones de la plaza Mayor o la del Pilar fueran grandes avenidas infinitas. Con prácticamente el centro peatonalizado y con el futuro control de acceso con la zona de baja de emisiones, el autobús tiene la oportunidad de ser el gran protagonista del transporte en la capital. Se está poniendo el foco en renovar gran parte de la flota con unidades más sostenibles pero se dilata un plan que haga apetecible subirse a los buses urbanos, que se conviertan en imprescindibles para la mayoría de los traslados en la ciudad. Sólo así pueden ser útiles, de otra manera, seguirán siendo en muchas franjas horarias autobuses fantasmas más allá de que haya pandemia o hayan cambiado las conductas.
Con menor incidencia, pero con la misma preocupación, deberían estar las ciudades de Puertollano y Ciudad Real pujando por una mejora en los trenes Avant. No solo se trata de recuperar frecuencias sino apostar por una mayor afluencia de pasajeros, de visitantes y de cientos de commuters que han visto en el teletrabajo una forma de aparcar los viajes a Madrid. Estos servicios fuertemente subvencionados no pueden caer en el olvido, porque además de costarnos más a nuestros bolsillos, se pierde la oportunidad de facilitar una movilidad más sostenible y enriquecedora para las dos primeras ciudades que en su momento fueron las privilegiadas por contar con una alta velocidad a un precio asequible.