El Rey Juan II 'se suma' al entierro de doña Sardina

D.A.F.
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El cortejo carnavalero que llevó a la difunta clupeida desde la plaza Mayor a la Puerta de Toledo incluía varias referencias a los 600 años transcurridos desde la promoción de Villa Real a Ciudad Real

El Rey Juan II ‘se suma’ al entierro de doña Sardina - Foto: Pablo Lorente

Un solemne Juan II, acompañado en todo momento por su consorte, Isabel de Portugal, se convirtió ayer en el protagonista del entierro de la sardina, cuyo cortejo fúnebre encabezó en su nuevo recorrido desde la plaza Mayor hasta la explanada de la Puerta de Toledo.

Con un buen número de dolientes, los integrantes del colectivo Guirigay y sus malabares de fuego se convirtieron en la escolta más cercana al monarca que antes de iniciar el recorrido tomó la palabra para proceder a la promoción de Villa Real a su nueva denominación de Ciudad Real.

La conmemoración de los 600 años de este hito histórico estaba también presente en la carroza fúnebre que cerraba la comitiva, puesto que su placa de matrícula mostraba el logotipo elegido para esta celebración.

De hecho, la misma figura de Doña Sardina que llevaban a hombros varias integrantes de la Federación de Peñas sirvió para traer a colación ese momento histórico. La concejala de Festejos, Eva Masías, explicó que la de ayer era «una sardina que hace 600 años de ciudad, que hace homenaje a la figura ecuestre de Juan II que tenemos en el Torreón, pero como no puede ser de otra forma, el caballo tiene que ser de mar».

Distintas peñas se agruparon en la comitiva, ataviadas, eso sí, de riguroso negro. Por no faltar, hasta estuvo presente un enjambre de moscas, que «son las primeras que acuden cuando alguien muere», explicó Ascensión Merino, integrante de la Peña El Pilar.

A su alrededor, otros grupos que optaron por un duelo más rústico, o por el contrario elegante, como varias integrantes de El Dinosaurio.

A la animación general contribuyó la música de Los que Nunca Fallan, que impusieron los ritmos carnavaleros que implicaba la solemnidad del momento.

La comitiva siguió a buen paso a lo largo de la calle Toledo, entre la curiosidad de los que paseaban y la alegría y chanzas de quienes iban siguiendo la comitiva desde su origen.

Mientras el cortejo fúnebre se acercaba a su destino, la hoguera en la que sería incinerada Doña Sardina, un representación de las distintas peñas que integran la federación se afanaba para tener todo listo, es decir, los 300 kilos de sardinas que se asaron sobre brasas de carbón y que empezaron a repartirse una vez que las llamas calcinaron a la ilustre sardina coronada y su singular montura. Así, el olor del humo acabó venciendo al aroma marinero que salía de las numerosas cajas de pescado que aguardaban su turno para llegar a las parrillas.

Eso sí, este año las bebidas para acompañar a las humildes parrochas y el correspondiente trozo de pan había que adquirirla en el interior de la carpa.