La incomodidad de ser un mirón

Hilario L. Muñoz
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'Mirar a los Mirones' arriesga con un entremés atribuido a Cervantes y ejecutado con una apuesta alejada de lo que se entiende por teatro

La incomodidad de ser un mirón - Foto: Festival deAlmagro

Resulta difícil acabar una obra sin saber si realmente se ha visto teatro, si se ha de aplaudir o solo es otro momento incómodo dentro de una hora de momentos incómodos. El estreno de Mirar a los mirones se puede definir como un largo momento incómodo. Grumelot hizo una apuesta muy arriesgada para poner en escena un entremés atribuido a Cervantes, también a Antonio Salas Barbadillo, que nunca se había representado y que se optó por reconvertirlo en conferencia performativa, un trabajo a caballo entre la conferencia y el teatro. El problema estuvo en que se trata de una narrativa arriesgada, incluso para un festival que ha visto un Ricardo III en la mafia, un Segismundo mujer o hasta un Moliere realizado con grifos, pero hasta ahora no había visto a actores que leían su papel, se trababan en algunos momentos y creaban escenas que acaban incomodando al público, al que le costó finalizar la función con aplausos. Ese silencio, también incómodo, buscado o no, es difícil de percibir en Almagro, donde se valora la dificultad de actuar en escenarios diferentes, entre el calor de la piedra y de los focos.

La obra en sí se trata de una propuesta clara por la incomodidad, para ver desde el siglo XX algunas de las comedias del Siglo de Oro. El entremés narra la creación de la cofradía de los Mirones, unos cofrades que circulan por la Sevilla del siglo XVII para contar chascarrillos que han visto a lo largo del día. En sus historias se ríen de mulatos, negros, mujeres, pobres, discapacitados y viejas, creando un recorrido por una serie de intangibles de la comedia en los que no faltan sonidos escatológicos o las miradas incómodas de los actores al propio público en algunos momentos de la obra. Entre medias, con el uso de las pantallas y las frases que suele utilizar Grumelot para ampliar el escenario, se habla de los orígenes de las cofradías o de la libertad, pero sin ningún poso por el que ver las metáforas o la narrativa del Siglo de Oro, muchas veces cortada, porque no había un micro que diera voz a los actores o porque había que pasar la página del texto que se leía.

La incomodidad de ser un mirón
La incomodidad de ser un mirón - Foto: Festival deAlmagro

Se trata de un estreno que, por diferente, parece no encajar en un Festival de Teatro Internacional Clásico acostumbrado a dar una vuelta a los clásicos desde la modernidad, pero siempre desde el punto del lenguaje del teatro, de la actuación y del lenguaje atemporal de los textos, nunca hasta la fecha de la lectura y casi de la improvisación en algunos momentos, algo que se guarda para la sección Off.
 

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