Editorial

El ejemplo del Metal y el horizonte de contención que llega con 2023

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Que el sector del Metal respire paz social es un indicador de cómo opera toda la industria burgalesa, dada la trascendencia que tienen factorías y talleres vinculados a la automoción o a la maquinaria de precisión. No fue fácil llegar a un acuerdo para un convenio que expira a finales de este año y que recogió, como ya se informó en su momento, la aplicación del alza del IPCreal a los salarios de los empleados, más de 13.000 en el millar de sociedades del epígrafe.

Lo firmado es obligado, esa es una máxima en cualquier negociación sindical que pretenda asentar una base fiable. El descuelgue no consta en la provincia de Burgos, y todo a pesar de que la subida relativa al 2021 fue del 6,5% y la de este año estaría, a día de hoy, en el 9%, lo que supone un incremento de los costes laborales innegable. Sin embargo, el sector ha sobrevivido y late con fuerza en un contexto particularmente complejo e impredecible a corto plazo por las amenazas que son sobradamente conocidas. Otra cosa es lo que suceda a partir del próximo año, advierten en la patronal del metal, que se prepara para reelegir a Andrés Hernando.

De la misma forma que las empresas han cumplido, y los sindicatos así lo reconocen, y han hecho un uso extraordinariamente profesional de los ERTE, ahora prácticamente inexistentes, los representantes de los trabajadores deberán entender que 2023 viene con curvas. Cerradas, además. El IPC no afecta únicamente a los salarios de los trabajadores. Impacta también contra el coste de la energía o de las materias primas, por lo que la competitividad de las empresas se puede ver seriamente amenazada. Quizás no su viabilidad, pero el riesgo de reestructuración siempre existe cuando el entorno asfixia, y el sector del Metal es una joya por su capacidad empleadora y por las buenas condiciones que ofrece a los trabajadores.

También es diferente el momento para negociar. El incremento de los costes de producción empuja la inflación, que a su vez provoca el alza de los tipos de interés, que acaban cayendo sobre la espalda de trabajadores y empresas apalancados a tipo variable, con especial mención a las hipotecas. Todos los parámetros de nuestro sistema económico funcionan como vasos comunicantes, así que toca un 2023 de mesura, sin que eso obste para que haya que velar por la digna remuneración de los trabajadores. No parece que sea la prudencia el camino que marcan algunos dirigentes sindicales, que no han tosido al Gobierno de la inflación pero preparan movilizaciones contra la patronal. Ese camino está muy lejos de lo que necesita el país. Mejor tomar como ejemplo el caso de Burgos: negociar, pactar y cumplir. Y todo en su justa medida.