Porzuna vuelve a danzar en un escenario de color

A. Criado
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Los doce danzantes acompañarán con sus bailes a la Custodia este domingo durante la procesión del Corpus Christi, fiesta declarada de Interés Turístico Regional en el año 2006

Porzuna vuelve a danzar en un escenario de color - Foto: Rueda Villaverde

Porzuna tiene este domingo una nueva cita con la tradición. Las calles de esta localidad ciudadrealeña se volverán a vestir de gala para celebrar el Corpus Christi por todo lo alto tras dos años de parón obligado por la pandemia. Los danzantes y las espectaculares alfombras de serrín y sal teñidas de múltiples colores son las señas de identidad de una fiesta religiosa declarada de Interés Turístico Regional en 2006 y que también obtuvo la distinción de Bien Cultural Inmaterial en 2018.

Los danzantes representan a los doce apóstoles y bailan de espaldas por las calles de la localidad, ya que están pendientes durante todo el recorrido procesional, unos dos kilómetros, de la Custodia. Por la mañana se acompañan de rondalla de guitarras, laúdes, bandurrias y castañuelas, además de jinetes con sus monturas lujosamente enjaezadas. Es significativo el cántico llamado 'Los Buenos Días', dedicado al sacerdote y el alcalde, y el fandango de Porzuna. También su vestimenta, típica de la zona, que incluye mantones de manila y ricos bordados, puntillas y lentejuelas.

La procesión tiene lugar por la tarde, después de la eucaristía. Abren la comitiva los niños y niñas que han hecho ese año la Primera Comunión, y que arrojan pétalos al paso de la Custodia. Tras ellos, los 12 danzantes bailan en filas de a cuatro al son de la rondalla y tocando las castañuelas, homenajeando a la sagrada forma, que recorre las engalanadas calles del municipio bajo palio de seis varas. La comitiva pasa por debajo de los arcos y se detiene en cada altar realizado por los vecinos, adornados con plantas aromáticas, mantos con ricas puntillas y cojines bordados.

Mención aparte merecen las alfombras. Según explica la concejala de Cultura, Prado Rodríguez, las primeras fueron elaboradas por un grupo de catequistas a las puertas de la iglesia en el año 2000 (serán homenajeadas mañana sábado en la Plaza Mayor). Ahora, todo el recorrido de la procesión exhibe estas bellas composiciones. Alrededor de las cinco y media de la madrugada del domingo, las calles comienzan a llenarse de voluntarios para componer las alfombras de colores que conforman el suelo que luego pisará el cortejo por la tarde. Un singular escenario que está salpicado por grandes arcos hechos de monte y tela.

Este año, el Ayuntamiento ha adquirido 90 alpacas de serrín, de 15 kilos cada una, para tal fin, además de sal y el tinte especial que se utiliza para darle colorido. La concejala recuerda que Porzuna forma parte de un asociación de alfombristas junto a más de 400 municipios de todo el mundo, muchos de ellos de Sudamérica.

Los danzantes y la elaboración de alfombras son dos tradiciones que se remontan muchos años atrás y que hay que mantener en el futuro. En este sentido, el Ayuntamiento mima a su «cantera», a los más pequeños de la localidad. Prado Rodríguez destaca los talleres de demostración de la danza del Corpus y la elaboración de alfombras que se llevarán a cabo este sábado en la Plaza Mayor. Subraya, además, que un joven danzante, Rubén, debutará en la procesión del domingo.

La concejala de Cultura asegura que la celebración del Corpus Christi en Porzuna es «única», por lo que seguirán trabajando para intentar conseguir su declaración como fiesta de Interés Turístico Nacional en los próximos años. «Sabemos que va a costar porque requiere de mucho trabajo, pero es un objetivo que nos hemos propuesto», apostilla el alcalde, Carlos Jesús Villajos, que expresa su «alegría» por la recuperación de unas fiestas, tras los dos años de COVID, que «cada vez van a más».

El regidor insiste en que la procesión del Corpus en Porzuna es «única en el mundo» y recomienda a los visitantes, que cada año se dan cita en mayor número, sobre todo el domingo, que no se pierdan la salida del cortejo de la iglesia, «un  momento que pone los pelos de punta».