No pasaba desde 2008, el año que marcó el estallido de la crisis económica. Otra crisis, esta vez sanitaria, la del COVID-19, ha dado la vuelta a la estadísticas demográficas de la provincia que por primera vez en 12 años cierra un ejercicio con un saldo positivo en las cifras de variación residencial interna. Esto es, el año pasado, Ciudad Real fue capaz de atraer a más gente de la que se marchó a otros puntos de España por primera vez en más de una década. 

Las estadísticas que maneja el INE hablan de un saldo migratorio interior positivo de 699 personas. En 2019 ese saldo fue negativo en más de 1.700 personas y en 2015 llegó a ser de casi 3.000. Una sangría que se ha cerrado en 2020 gracias al ‘efecto’ COVID que ha situado a los pueblos como los principales receptores de población. En cabeza, Miguelturra, después, Poblete, Valdepeñas, Argamasilla de Calatrava, Herencia, Torralba y Socuéllamos. 

Pero además, en 2020, también llegó más gente desde el extranjero. El INE eleva a 1.245 el número de personas llegadas de fuera de España a Ciudad Real, donde factores como tener el precio medio del metro cuadrado más económico influye en la decisión del migrante para venir. Ese saldo exterior lleva ya tres años seguidos creciendo, mitigando, en parte la pérdida de población que se acentúa con la caída de los nacimientos, que en 2020 fueron los más bajos desde los años 40 del pasado siglo. En total, entre los que llegaron y los que se fueron, Ciudad Real anota casi 2.000 nuevos vecinos, el segundo dato positivo seguido que se registra, tras los 1.140 habitantes que se ganaron en 2019 y que suponen el mayor incremento de población por esta vía desde 2008.