Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


La Biblioteca de Oslo

14/12/2021

Va de bibliotecas. No porque sea un asunto interesante, que lo es, sino por las nuevas utilidades transformadoras que están teniendo en alguno lugares  estos edificios. El libro, que fue un éxito durante el confinamiento y continúa siéndolo, 'El infinito en un Junco' contaba  historias  de bibliotecas y de libros.  Por el libro de Irene Vallejo imaginamos que el afán de concentrar todos los saberes de la humanidad fue la obsesión de reyes poderosos que querían ser más poderosos aún. Almacenaban en  edificaciones de arquitectura bella  la belleza de las  sabidurías del mundo. La información  aseguraba  el poder y la posibilidad de mantenerlo y ampliarlo. Con el objetivo de concentrar los secretos del universo nacieron las bibliotecas de Alejandría; de Asurbanipal, las Escuelas de Traductores o la  biblioteca de Pisistrato que fue enterrada para que no se desperdigara hasta que el general romano Sila la desenterró y se la llevó a Roma. Las bibliotecas guardan el conocimiento humano desde antiguo y en los tiempos contemporáneos se han convertido en «soporte fundamental de las democracias, el Estado de derecho y las sociedades abiertas», según  Richard Ovenden en su texto 'Quemar libros', una historia de la destrucción deliberada del conocimiento. Y es que esa es la otra cara que acompaña a las bibliotecas y a los libros. Siempre habrá gentes dispuestas a destruir  bibliotecas y alimentar piras ardientes  con sus fondos. Son refractarios al conocimiento y la cultura. Por eso las atacan, las incendian, las destruyen, las ignoran, las olvidan.  El conocimiento ha sido a lo largo de la Historia incompatible con los autoritarismos, los populismos,  los dogmas y las fake news.
En un diario de ámbito nacional se dedicaba una página  a la nueva biblioteca de seis plantas, construida en Oslo. La biblioteca, el nuevo museo de Munch y el Museo nacional van a cambiar el perfil urbanístico de la ciudad y a la propia  gente, dice un concejal de la capital.  A la biblioteca de Oslo se acercan en días laborables una media de seis mil personas y en los fines de semana, diez mil. Suplantan a los centros comerciales como lugar de reunión.  Uno de los impulsores del proceso  declaraba «siempre pensamos en ir más allá de las funciones de una biblioteca, queríamos que fuera algo nuevo, abstracto, espacioso, una biblioteca del futuro». Concebida  como un espacio público abierto para la gente, no como un centro cerrado y monacal.  Oslo, por cierto, no llega al millón de habitantes. Así que los que envidian a los países del norte, ya disponen de otros ejemplos para conseguir ciudadanos mejor preparados y ciudades más sostenibles. La Cultura cambia no solo a las personas, también  las ciudades  y los barrios por muy degradados que estén. En Oslo, como ya sucediera en Bilbao, sobre el terreno deteriorado de un puerto en desuso y de una zona industrial abandonada, se están construyendo edificios  culturales que diseñarán la ciudad del futuro.
Habitualmente somos incapaces de reconocer los méritos de las gentes que nos rodean. Algunos  convivimos con un personaje  que se adelantó en años a los planteamientos de la biblioteca de Oslo. Hablo de Juan Sánchez, director  de la Biblioteca Regional de Toledo. Mucho antes de que en Oslo nos contaran cómo deben ser las bibliotecas del futuro, él ya lo había expresado. Las bibliotecas debían ser, en su visión, espacios de dinamización social y lugares públicos de encuentro. Espacios y lugares para la lectura, el estudio, la investigación y, sobre todo, escuela de ciudadanos activos y comprometidos con la sociedad, repetía mucho antes de la nueva biblioteca de Oslo.