Diego Murillo

CARTA DEL DIRECTOR

Diego Murillo


El anillo que nos asfixia

07/11/2022

Al Ayuntamiento de Ciudad Real no le falta intención a la hora de planificar la capital. Los fondos europeos permiten a los consistorios dinamizar su actividad en los despachos, en los presupuestos y al mismo tiempo empuja a las mentes pensantes a diseñar el municipio del futuro. Se llaman a las distintas puertas de las administraciones para obtener fondos, subvenciones o créditos para armar los proyectos. A veces se tiene la sensación -y esto no solo pasa en Ciudad Real, claro- de que se va a trompicones en función de las inversiones que se aprueban en instancias superiores. No hay tan solo un eje vertebrador de cómo dibujar la ciudad del futuro. En primer lugar, con un POM que ya huele añejo, es más difícil si cabe. Y, en segundo lugar, las pocas aspiraciones de sus gobernantes de impulsar iniciativas que permitan transformar sus comunicaciones, su forma de relacionarse con los pueblos vecinos y las grandes infraestructuras. No quiere decir esto que no se estén multiplicando esfuerzos por sacar adelante ideas de cómo afrontar problemas estructurales: segunda ronda, ampliación de las zonas residenciales, el polígono Sepes, reconversión del centro con la zona de bajas emisiones, peatonalizaciones, y el traslado de los servicios de la Junta al Carmen. 
Me dan envidia aquellas ciudades, grandes o pequeñas, que son reconocibles por sus callejeros, por sus iniciativas, por los usos y variedad de transporte, por sus distintos itinerarios, por su planeamiento, por su centro peatonalizado, en definitiva, por su diseño. Siempre se ha pensado que Ciudad Real es idónea para la bici. En su momento, se apostó por un alquiler público de bicicletas que fracasó. Sin una red de carriles apropiadas, ni señalética acorde, ni plan para fomentar dicho uso, el agujero económico truncó cualquier posibilidad de futuro. Pero como decía el otro día un técnico, el déficit del transporte de autobús urbano -que es obligatorio- es mayúsculo ¡y ahí sigue!
Cuando se implante de forma definitiva la Zona de Bajas Emisiones, la movilidad sin recurrir al coche será trascendental. Será incómoda para muchos vecinos y, sobre todo, para los visitantes que a diario se desplazan a la capital para trabajar, hacer compras, visitas médicas, trámites administrativos... pero tampoco será el final del mundo. En ese diseño de cómo abordar las restricciones de ciertos turismos al centro, la bicicleta es una magnífica aliada para moverse por la ciudad. Se añadirán quince kilómetros de carriles para este modo de transporte. El problema es que la ronda, de propiedad del Ministerio de Transportes, asfixia cualquier posibilidad de éxito. Ninguna corporación se ha atrevido asumir esa infraestructura que liberaría de incómodos encajes de bolillos, puzles, parches y desaguisados varios que frenan el desarrollo de una movilidad realmente sostenible. La ronda, desde hace años y con la expansión de crecimiento de la ciudad en sus distintas zonas, pero sobre todo, la del hospital, es una arteria más del corazón del municipio. Económicamente siempre se ha descartado su asunción por elevado coste de mantenimiento, como ha pasado con otras carreteras, como la de Carrión hasta hace unas semanas. ¿No hay de verdad ninguna intención o plan de ningún partido de poner encima de la mesa la expropiación de la ronda? Porque si hay que esperar a completar la segunda circunvalación, Ciudad Real perderá el tren de una movilidad real, sostenible y efectiva, por muchos proyectos Edusi que se edifiquen, zonas de bajas de emisiones se implementen o construyan carriles bici inconexos que se pinten.