«La cuestión es qué hacemos para paliar el cambio climático»

Manuela Lillo
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Esteban García lleva desde 2015 al frente del Iriaf (Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal de Castilla-La Mancha), donde desarrollan más de 70 proyectos

Esteban García. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Natural de Valdepeñas, Esteban García está al frente del Iriaf, donde se busca adaptar el sector agrario y ganadero a los retos del futuro. 

Aunque el Iriaf tiene muchos proyectos en marcha, ¿cuáles son los principales ámbitos de actuación de este instituto regional? 
Al Iriaf a mí me gusta definirlo como el brazo científico-técnico de la Consejería de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural, que tiene como una de sus líneas principales, y el consejero Francisco Martínez Arroyo así lo expone cada vez que tiene ocasión,  la de avanzar en la innovación en la agricultura y la ganadería de la región. Es la forma de llegar a obtener rendimientos que hagan posible el mantenimiento de la actividad agropecuaria y eso sólo se consigue con  innovación y transferencia del conocimiento desde la ciencia al campo. 

La agricultura y la ganadería son algo muy tradicional, pero también tienen que avanzar en la investigación y la innovación, ¿no?
Efectivamente, hay unos retos muy importantes. El primero es el de la productividad y hay que tener en cuenta que según los datos de la FAO, en 2050, o producimos un 70% más alimentos o no vamos a poder alimentar a toda la población mundial, luego el reto básico es mejorar la productividad de nuestra agricultura y nuestra ganadería. Teniendo en cuenta que el territorio es el que es, y que además deberíamos ser muy respetuosos con el medio ambiente, lo que hay que hacer es avanzar, investigar e innovar en técnicas agropecuarias que mejoren esa productividad, pero manteniendo el respeto al medio ambiente. Ese es el gran reto de la innovación y la investigación en la agricultura y en la ganadería. No obstante, tenemos otros grandes retos como el luchar contra lo que ya tenemos encima, que es el cambio climático.  

¿Qué capacidad de adaptación tiene el viñedo, que es el principal cultivo de la tierra, a ese escenario de cambio climático?, ¿hacia dónde tiene que orientarse para esquivar sus efectos?
Los efectos del cambio climático se están notando ya, puesto que hay un desfase entre la maduración de azúcar de la uva y la maduración fenónica y de aromas de la uva, y lo más importante del vino no es el alcohol que tenga, sino la cantidad de polifenoles y de aromas que a través de los sentidos nos hace degustar el vino. Una de las consecuencias del cambio climático es que hay un desfase entre ambas maduraciones, es decir, que para conseguir sensaciones en boca y en nariz de calidad hay que dejar madurar mucho la uva y, por tanto, tener altos grados alcohólicos, lo cual gran parte de los consumidores ven con un poco de previsión. Lo que a todos nos importa es que se beba con moderación. En cuanto a ¿cómo se puede afrontar?, ahí estamos. Tenemos diferentes proyectos en los que se aborda de diferentes formas. La primera y básica: las prácticas de cultivo para intentar impedir que la planta entre en estrés hídrico y que produzcan desequilibrios en la uva. Luego también tenemos el estudio de diferentes variedades y cómo se comportan frente a ese estrés hídrico. Hay variedades que tienen comportamientos más adaptables a la escasez de agua y otras no, y la escasez de agua la manifiestan con esos desequilibrios en la uva que luego hacen que el vino no sea de la máxima calidad que estamos buscando. 

¿Cuáles son las variedades de uva que se pueden adaptar mejor a esa escasez de agua?, ¿cómo responden las variedades autóctonas?
Precisamente, hace tres semanas tuvimos una jornada a la que asistieron bastantes enólogos y técnicos de bodegas de la región para exponer los primeros resultados de lo que estamos empezando a conocer. Hay que tener en cuenta que la investigación, sobre todo en una planta leñosa como es la vid, en la que solo hay una cosecha al año y no se puede meter en una cámara climática para que dé tres cosechas al año, los avances son muy lentos, año a año. No obstante, tenemos ya ciertas directrices de por dónde van los tiros y aunque en alguna variedad autóctona sí que parece ser que los resultados nos indican que tienen una buena adaptación al cambio climático, hay alguna otra que no y que ha sido más o menos tradicional en Castilla-La Mancha, pero son resultados aún preliminares y es mejor no dar ninguna noticia que pueda alarmar a los viticultores.  

¿Dependerá también de la evolución del propio cambio climático y  si se eleva en mayor o menor medida la temperatura de la Tierra?
Sí, pero los efectos ya están bien establecidos, ese desequilibrio está más que descrito y lo tenemos publicado en mil sitios. Ahora la cuestión es qué hacemos para paliarlo y ahí estamos porque hay que ajustar las maduraciones, hacer que la planta tenga menos estrés hídrico y trabajar también en las bodegas. 

El Chaparrillo está estudiando cultivos alternativos como el pistacho y el almendro, ¿qué papel pueden jugar en este escenario?
Los cultivos leñosos están especialmente indicados en nuestra región porque no voy a decir que son cultivos de secano, pero sí que en secano pueden dar producciones más o menos rentables, aunque con una rentabilidad evidentemente más baja que la de riego. Tanto la vid, como el almendro, pistacho y olivo son los cultivos que mejor aguantan esta falta de precipitaciones, aunque evidentemente, cualquiera de los cuatro con un riego, aunque sea deficitario, va a dar mejor producción y mayor rentabilidad. Es lo que buscamos, que a los agricultores les salga rentable su actividad porque si no habrá abandono del campo y es contra lo que estamos intentando luchar y tanto la Consejería de Agricultura como la Junta tienen en la lucha contra la despoblación uno de sus retos. Además, El Chaparrillo es el organismo español nacional que trajo y estudió por primera vez la adaptación del pistacho a los campos de Castilla-La Mancha y de los territorios nacionales. El libro técnico que habla del pistacho en lengua castellana está escrito en El Chaparrillo.

¿El pistacho está experimentando un boom en la tierra?
Sí, por la gran rentabilidad que tiene. En términos medios, el pistacho está dando una rentabilidad de unos 6.000 euros por hectárea y eso no lo da, por ahora, ningún otro cultivo. Y por esa rentabilidad es por lo que agricultores y también grandes empresas han dirigido la mirada a él y están haciendo grandes inversiones en plantaciones de pistacho. De hecho, en los últimos cinco años prácticamente hemos seguro que duplicado la extensión de cultivo de pistacho en Castilla-La Mancha, donde además tenemos el 80% del pistacho español.     

En el ámbito ganadero están haciendo estudios en relación con la leche y la musculatura de la oveja manchega, ¿qué finalidad tienen esas investigaciones?
El destino de la leche de la oveja manchega es prácticamente al 100% la obtención de queso manchego, por tanto, cuanta mayor calidad de queso manchego tengamos, mejor se va a valorar y más rentabilidad va a tener. ¿Cómo se puede obtener calidad de la leche manchega? Hay muchas líneas, pero resumo: hay que ver cómo alimentamos y cómo manejamos el ganado, con qué tipo de alimentación y con qué manejo hacemos que la composición de la leche sea óptima para obtener el mejor queso manchego. Hasta ahora la leche se paga por algunos parámetros, como el tanto por ciento de materia grasa o de proteína, pero hay otros compuestos que son tanto o más importantes que esos parámetros más genéricos, como la composición proteica, si tiene más o menos ácidos grasos insaturados... Todo lo que podamos hacer con el ganado para lograr la mejor leche y por tanto el queso de mayor calidad es lo que hacemos. 

¿Al ganado también le afecta la situación de cambio climático?
Sí, esa es la otra gran preocupación. El ganado también sufre estrés, no estrés hídrico, porque se le aporta el agua que necesita, pero sí estrés por calor, lo que repercute en la alimentación, en su formación de materia grasa y ese tipo de cosas que también preocupan para seguir obteniendo leche de calidad. 

Desde el Iriaf también trabajan en la planta Clamber en Puertollano para producir bioplásticos, ¿qué objetivo tienen esas investigaciones?
Es una planta de escalamiento industrial para pasar de un resultado de laboratorio a ver cómo se comportaría a nivel industrial, pero también para analizar cuánto dinero cuesta, cuánta electricidad consume, qué medios técnicos hacen falta para ello... Para eso hace falta una investigación de escalado y eso hace que algunas empresas no se interesen por algunos de los resultados que se dan en el laboratorio en el que se demuestra que un cierto proceso es viable. 

¿En qué parte de la industria se centra el Clamber?
Nos centramos en procesos de obtención de bioproductos, a partir de los subproductos de la agricultura, la ganadería o la industria agroalimentaria que tiene un valor energético y lo más que se ha logrado hacer con carácter más o menos desarrollado es compost, pero poco más. Nosotros en Clamber no vemos esos subproductos como biomasa, ni siquiera para obtener etanol, nosotros cogemos esa biomasa y la revalorizamos a través de bioprocesos para extraer de ellos materias que son valiosas. Un ejemplo es la utilización del orujo por ejemplo para plásticos dirigidos a la empresa cosmética. Por tanto, vamos a escalar esas extracciones para que una industria pueda decir: 'Esto es rentable, vamos a ponerlo ya a escala industrial'. En cuanto a los plásticos es ver cómo desde la bolsa de basura de orgánico,  con los bioprocesos que se desarrollan en Clamber y los socios del proyecto Urbiofin, se obtiene plástico. Ya tenemos alguna muestra de tarros para cosméticos de plástico, film para plantaciones de melones, etc. Es muy impactante ver cómo desde la bolsa de orgánicos se obtiene ese bioplástico.  

¿Esto se encuadra dentro de la economía circular?
Sí, no podemos ver ningún residuo como residuo, es una oportunidad de negocio para obtener otra serie de productos. También hay que tener en cuenta que los estudios más sesudos nos dicen que la economía circular es un objetivo, pero no es alcanzable porque siempre va a haber una parte, mayor o menor, dependiendo del residuo, que no va a ser posible revalorizarlo, pero la idea es lograr la máxima circularidad de todo. 

¿Qué proyectos desarrollan en el ámbito forestal?
El Iriaf, desgraciadamente, nació con un déficit de investigadores en ese aspecto y es el que tenemos menos desarrollado, pero sí que estamos trabajando con diferentes organismos sobre todo para tratar de hacer más compatible la actividad agrícola con la forestal. En la finca La Nava de Valdepeñas aproximadamente la mitad está dedicada al manejo y al cuidado del ganado de oveja manchega y la otra mitad, mediante un convenio con FIRE (Fundación Internacional para la Restauración de Ecosistemas), estamos desarrollando un proyecto acerca de cómo se puede integrar la actividad agrícola y cinegética y de conservación de la biodiversidad y que todo eso va a ser rentable. Es demostrar a los agricultores y a la sociedad en general que es compatible, ya que en algunos ámbitos quieren enfrentar a la agricultura con el medio ambiente y lo que tenemos que ver es que el mundo es el que tenemos, hay que alimentar y proteger al mundo, luego no tenemos que estar enfrentados, sino engarzados en los mismos objetivos.