El laboratorio desnuda la necrópolis de Alarcos

Diego Farto
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Los materiales obtenidos en el yacimiento ibérico durante la excavación del pasado verano se limpian y restauran en un laboratorio de la Facultad de Letras antes del análisis de datos

El laboratorio desnuda la necrópolis de Alarcos

Un cuchillo, una punta de lanza y su regatón (la pieza del extremo opuesto y que permite clavarla en el suelo) lucen ya restaurados junto a otras piezas de hierro más pequeñas sobre la mesa de trabajo del laboratorio arqueológico de la Facultad de Letras de la UCLM. Un poco más allá, una urna funeraria de cerámica a la que le faltan pequeños fragmentos está 'exposición' mientras se dibuja al milímetro su decoración. Son algunos de los materiales extraídos de la necrópolis ibérica de Alarcos descubierta este verano ya en perfecto estado de revista.

Estas piezas son sólo una parte de la tarea que aún queda por hacer. Es un día normal en esta instalación donde a lo largo del curso se desarrolla el trabajo con los materiales recogidos en la campaña de verano en el yacimiento. Cajas y cajas guardan varias bolsas identificadas al detalle mediante etiquetas. En su interior pueden estar los huesos incinerados de una tumba concreta, una pieza de cerámica fragmentada en decenas de pedazos, unas cuentas de collar o muestras del suelo que rodea las sepulturas. Estas últimas están a la espera de que la ciencia de dentro de unos años sea capaz de obtener de ellas información que hoy todavía es un secreto. «Aquí no se tira nada», sentencia la profesora de la UCLM Rosario García Huertas, responsable de este laboratorio y también de las excavaciones sobre el estrato ibérico en el Parque Arqueológico de Alarcos.

La arqueóloga explica que la cerámica sirve para descubrir la riqueza de la persona objeto de un enterramiento, «una pieza que llega de otra cultura nos indica que existen relaciones comerciales y que esa persona tenía una alta posición social».

El laboratorio desnuda la necrópolis de AlarcosEl laboratorio desnuda la necrópolis de Alarcos

Hacia el pasado. Las expectativas son que en los próximos años afloren aún más materiales. La arqueóloga detalla que la necrópolis se ha datado entre el siglo IV y I a. C., «pero estamos en niveles muy superficiales», por lo que puede ser que en años posteriores aparezcan enterramientos de periodos anteriores. De hecho, algunas de las estructuras ya descubiertas en el oppidum oretano tienen un origen preibérico cercano al año 1000 a.C.

En el laboratorio es una jornada tranquila, porque la mayoría de los estudiantes que ese día deberían asistir a una práctica están en un examen. Sobre la mesa hay muchísimo material acumulado, de casi un centenar de tumbas, «Lo que más hay es cerámica, porque todas las tumbas tienen una urna que es la que contiene los restos humanos ya incinerados», a lo que se añaden otras piezas para depositar ofrendas y los ajuares con «cuentas de collar, fíbulas (broches de bronce) y también aparece en un porcentaje mucho más bajo las armas porque el armamento llega en un estado de conservación malísimo». En este sentido, agradece la presencia de la restauradora Carmen Alañón, que se encarga «de los materiales más delicados», como las piezas de metal.

Ayuda externa. García Huertas insiste en que la tarea de laboratorio «es una continuación del trabajo de campo». Los 15 o 20 días de excavación veraniega obligan a un trabajo posterior «todo el año, todos los días», apunta la profesora. El objetivo es «procesar todos los datos que hemos obtenido en la excavación, no sólo los materiales», por lo que se realiza «todo tipo de analíticas». También se han enviado a otros laboratorios diferentes restos óseos para obtener su ADN.

Tras el laboratorio aún queda un trabajo de valoración y análisis con todo lo obtenido. Simplificando mucho, la excavación genera interrogantes que en el laboratorio convierte en preguntas concretas y el estudio posterior arroja la respuesta. Así, se espera obtener un mayor conocimiento de las costumbres de los oretanos que vivían en Alarcos, su organización social, su comercio y hasta las relaciones de parentesco entre los individuos inhumados en este cementerio.

Una de esas incógnitas fue la aparición de varios cráneos inhumados, algo muy distante de las tradiciones conocidas de la cultura ibérica. Este material se ha enviado a un especialista en antropología para que se realice un estudio específico.

Por su parte, Carmen Alañón explica que el trabajo de un restaurador comienza en el propio yacimiento, ayudando a extraer las piezas porque «muchas veces están muy dañadas». Para ello se aplican capas de gasa «para extraerlas como un bloque». En el laboratorio se realiza «un proceso de limpieza, estabilización y protección», que es esencial porque el simple hecho de extraer los materiales de la tierra es, en sí mismo, una agresión a las condiciones medioambientales que permitieron su conservación durante casi 2.500 años.