En manos de la migración

H. L. M.
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El profesor de Geografía Humana Ángel Ruiz Pulpón pone el acento en la dependencia de los inmigrantes para frenar la despoblación

En manos de la migración - Foto: Rueda Villaverde

El profesor de Geografía Humana Ángel Raúl Ruiz recordó que cualquier proyección hecha a futuro con los datos actuales dará como resultado un retroceso en la población, porque se fija en los parámetros de crecimiento o decrecimiento actuales. En este sentido, indicó que cuando se hicieron proyección a principios del 2000, cuando había «un crecimiento generalizado», todas las proyecciones «eran fantásticas», pero la crisis de 2012, primero, la pandemia y la guerra, ahora, han echado para atrás esas cifras.

Por este motivo reflexionó más que en la proyección a largo plazo, en la de corto, y en lo que se puede hacer para cambiar esas tendencias y que vienen marcadas por «una natalidad muy baja, una mortalidad alta y un saldo migratorio negativo».  

El primer y segundo aspecto van unidos, se trata del crecimiento vegetativo, y está en números negativos. Los nacimientos han caído y la sociedad, al estar cada vez más envejecida, tiene cifras altas de muertes. «En una época de incertidumbre, las  parejas no quieren tener hijos». Por este motivo considera que «poco» se puede hacer para frenar ese cambio en el crecimiento vegetativo.

En su opinión es la segunda parte de la ecuación, la migración, sobre la que hay que poner el foco. De hecho, fue la inmigración desde el extranjero la que hizo aumentar la población de Ciudad Real a principios de siglo, con la llegada de trabajadores marroquíes y rumanos, no solo a la capital y grandes municipios de la provincia, sino también a las pequeñas localidades. «Dependemos de que llegue la población inmigrante» y, por este motivo, se puede pensar en cómo atraer más población porque dentro de la ecuación el saldo migratorio  es «fundamental».  

Como ejemplo recordó las dificultades que pueden suponer las políticas de natalidad con ayudas económicas o permisos largos, por uno o dos años, para los padres. Mientras, en la migración se depende de que «venga la gente y no se vaya tanta gente a Madrid».