«Me molesta que se llame a los pueblos España vacía»

Hilario L. Muñoz
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Antonio Pérez Henares presenta esta semana en la provincia su última novela, 'Tierra vieja'

Antonio Pérez Henares, con su última novela. - Foto: LT

Antonio Pérez Henares (Bujalaro, Guadalajara, 1953) narra en Tierra Vieja uno de los momentos históricos claves en la provincia de Ciudad Real y en la historia de lo que iba a ser España. Lo hace de una forma personal, con un libro basado en la gente, en el pueblo llano, que vivía en la frontera, en los siglos XII y XIII, cuando el campo era el motor de la economía pese a la guerra. Esta semana presentará dos veces su libro en la provincia, primero en el Museo de la Merced (mañana) y el viernes estará en Calatrava la Vieja, uno de los escenarios de su novela.

 

¿Qué relación tiene Tierra Vieja con Ciudad Real?
Hay un elemento clave en todo el libro que es la frontera, donde ocurrieron las grandes confrontaciones, y que es el Guadiana, primero Alarcos, y luego el camino hacia las Navas.  
 

¿Por qué escribe sobre esta frontera?
El objetivo de este libro no son tanto las grandes batallas, ni los reyes, ni los personajes o los grandes héroes. He querido poner el punto de vista en la gente de a pie, la que vivió en la frontera, la repobló donde podía hacerlo, como el Tajo más alto o el Henares. La frontera del Guadiana fue un territorio de continuos combates, donde la repoblación era más difícil, ya que, tras Alarcos, la frontera se hunde y vuelve a quedarse en el Tajo. Es una novela sobre un labrador en la Extremadura castellana, que vivía con una mano en la lanza y otra en la estiba del arado. He querido poner un elemento de lo que fueron las órdenes de caballería y, en concreto, de Calatrava. Ellos y los santiaguistas fueron los guardianes de la frontera, junto con las mesnadas concejiles. He querido novelar ese mundo desde el nacimiento de la orden. 

Más allá de la guerra, la novela habla sobre la vida y el sentir de las gentes.
Entre esa gente están las personas de la frontera, qué hacían, cómo eran y cómo tenían que soportar la tragedia diaria. En una noche podían asaltar un lugar, llevarse los ganados, quemar las cosechas, matarte y no dejar piedra sobre piedra. Eso lo hacían de un lado y desde otro. Las grandes batallas eran grandes confrontaciones, pero la guerra era mucho más cotidiana, si no había tregua. 

¿Qué significa la doble presentación de esta semana?
Lo mismo que cuando lo presenté en Atienza o en Zorita. Yo creo que cuando haces una novela es esencial estar empapado de la tierra y de sus gentes, conocer el territorio y pisarlo. Las piedras hablan si se escucha. Hubiera sido imposible escribir este libro si no hubiera recorrido esta tierra varias veces. 

Más allá de batallas y personas, es una novela sobre el campo. Por ejemplo, su inicio casi parecen dos labradores de hace 50 años hablando. 
El castellano que yo utilizo es el castellano de mi abuelo Valentín, el del Romance de la Loba Parda, que me leía. Como habla la gente del campo, de nuestro campo, es el castellano. No dicen tío 80 veces y que valga para 80 cosas. Hay un vocabulario mucho más rico que se está perdiendo. Hay algo que me da mucha pena y me irrita mucho de los jóvenes que viven en las ciudades y que se consideran desarraigados.

¿Qué es?
A mí me molesta que a los pueblos se les llame España Vacía, porque no lo son. Quedará menos o más gente, pero yo cuando paso por esas tierras no las veo vacías, sino cultivadas. Allí vive gente, trabaja gente, pastorea gente, se cría gente, se planta, se suda y se cosecha. Serán más o menos, pero decir que está vaciado es un insulto a esa gente y sus antepasados. A esa gente que se considera desarraigada son hijos de aquella gente que repoblaron esas tierras y prevalecieron allí. De aquellos que estuvieron un día en Alarcos y murieron, y otro día estuvieron en las Navas y ganaron. Eran caballeros de sierra, caballeros villanos y devolvieron golpe por golpe y que fueron los verdaderos héroes de la frontera castellana.