Editorial

La inflación desbocada compromete la recuperación económica

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Soplan vientos de recuperación, aunque en tiempos inciertos que dejan la puerta abierta a una volatilidad capaz de echar por tierra las previsiones más realistas. No obstante, a pesar del margen para la duda, no deja de ser positivo que la Comisión Europea dibuje un escenario de expansión para España de cara a un 2022 con visos de normalidad. El informe económico de Bruselas mejora en un décima los cálculos de crecimiento respecto a la estimación del pasado noviembre situando este año la subida del PIB español en un 5,6%, la más elevada de los países de la Unión solo por detrás de Malta. Los técnicos europeos pronostican, además, que en el ultimo trimestre España recuperará números previos a la pandemia, con una contracción hasta el 4,4% ya en 2023. Previsiones avaladas por el levantamiento de las restricciones, el éxito de la vacunación, el alza del consumo interno y una progresiva vuelta a la normalidad de pilares fundamentales para la economía doméstica como el turismo.

El comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, acertaba a definir las perspectivas desplegadas para España como «no solo positivas sino también realistas». Y aunque positivos, los cálculos de Bruselas desmontan el tradicional triunfalismo del que hace gala el Gobierno, cuya previsión alcista para el presente ejercicio sigue instalado en un lejano 7%, cifra que también cuestionan organismos como el Banco de España, con previsiones más cercanas a las de la Comisión.

Hasta aquí, pese a las diferencias, datos macroeconómicos que arrojan un haz de esperanza pero hay que recibir con cautela. Porque tal vez, para no empañar un escenario idílico, el Ejecutivo bipartito no atiende a las amenazas que se ciernen sobre la economía nacional, lo que sí hace Bruselas, que alerta de la realidad que afrontan el grueso de los españoles. Una inflación galopante que este año rondará el 3,6%, lo que supone un 1,5% más que el pronóstico de noviembre. Una subida de los precios que se traslada a la cesta de la compra, a la estación de servicio, con unos combustibles en máximos históricos, o a la escalofriante factura de la luz. Una subida desbocada de los costes de vida que atenúa los efectos positivos de medidas como el incremento del Salario Mínimo Interprofesional o las pensiones. Todo, sin olvidar un escenario de incertidumbre global con conflictos latentes como la crisis de Ucrania.

El informe de la Comisión Europea sitúa a España, al menos sobre los informes, como «motor de la economía europea en 2022 y 2023», tal como se ha apresurado a subrayar la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño. El triunfalismo tiene aristas infectadas y la prudencia debe ser la premisa que mueva la acción económica de un Gobierno con unos cálculos exageradamente optimistas y alejados por momentos de la realidad del país y de sus ciudadanos.