...No hay, marido bueno...

M. S.
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Noviembre pone en pie al público del Aurea con una versión redonda de 'Entre bobos anda el juego'

...No hay, marido bueno...

Entre bobos anda el juego es la obra por excelencia de las comedias de figurón, aquellas que giran en torno a un personaje al que no le falta detalle,  petulante, creído, sabiondo, en definitiva, enamorado de sí mismo y al que nadie traga, que es justo el caso don Lucas el Cigarral protagonista de este texto de Rojas Zorrilla con el que la compañía Noviembre ha vuelto a enamorar al público del Festival Internacional de Teatro Clásico.  

De principio a fin, nada desentona en esta pieza que en general habla de dos enamorados, doña Isabel y don Pedro que tendrán que burlar al «galán de entremés», don Lucas, con quien se ha concertado el matrimonio de ella, y a su hermana, doña Alfonsa, enamorada de don Pedro. Un relato de entradas y salidas, encuentros y desencuentros, que el director de la compañía, Eduardo Vasco, convierte en una suerte de vodevil, en el que también cabe un amante herido, don Luis del que nadie da cuenta, y dos criados, Caballera y Andrea, sin los que la historia no llegaría a su final feliz.

Apoyado en una versión de Yolanda Pallín que demuestra que el texto de Zorrilla tiene vigencia hoy, Vasco consigue una pieza ágil y fresca, con guiños al público del siglo XXI que no chirrían. No faltan los golpes de efecto, ni la música en directo, propias de esta formación que compone una pieza nacida para entretener. Una directriz que tiene muy clara el elenco entregado a la propuesta de Vasco, con el que dibujan sobre el escenario una comedia redonda. Una pieza donde todos destacan,  y algunos sobresalen como es el caso de  don Lucas,  que lleva buena parte del peso de esta comedia, interpretado por  José Ramón Iglesias, que sin caer  en el exceso, algo muy fácil en este tipo de papeles, cumple  a la perfección con este caricaturesco galán, «muy cortísimo de talle,/y larguísimo de cuerpo.../zambo un poco, calvo un poco,/ dos pocos verdimoreno, / tres pocos desaliñado /y cuarenta muchos puerco», como relata su criado Cabellera, otra pieza clave a tener en cuenta. Por dos cosas, por la función del  personaje, la de favorecer el amor,y porque se mete en su piel Arturo Querejeta, que vuelve demostrar que tirar el verso es un don que sólo algunos tienen. Nadie desentona, empezando por Daniel Albaladejo, que componen un galán sufrido, enamorado y hasta enfadado y terminando por una mujer cargada de carácter como la que dibuja Isabel Rodes. Con parada en Antonio Cos, que hace las veces de doña Alfonsa, recordando con este cambio de género al teatro isabelino.   

Y todo esto, texto y trabajo actoral, vestido para la ocasión, con una escenografía breve, que Lorenzo Caprile convierte en una pasarela del siglo de Oro.