Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


2022 o la incertidumbre

29/12/2021

La Nochebuena puede haber sido estupenda, en el mejor de los casos, pero no ha sido como esperábamos, de nuevo lo ha alterado todo la anormalidad traída por Covid19, está vez bajo la mutación de Ómicron. De nuevo ventanas abiertas y ausencias marcadas por el furor sin precedentes ante el incierto resultado del test de antígenos, junto con la mascarilla el auténtico invitado de honor en la segunda entrega de unas navidades anómalas en las que nos imaginábamos muy felices hace solamente un par de semanas. Puede haber sido esta última Nochebuena incluso mejor de lo esperado, por aquello de hacer de la necesidad virtud y apretar más el afecto en circunstancias extrañas, limando asperezas con ahínco, pero casi nadie imaginaba que este año la gran fiesta de la familia iba a depender de un test y de un desgraciado positivo que a lo peor ha desbaratado planes esperados, y suspendidos, desde hace ya casi dos años.
La sociedad, así dicho en general y sin matices ni excepciones lamentables, es la que tiene más mérito en todo este desbarajuste brutal, la que está aguantando el tirón sin ver de momento un final claro más allá de una vacuna que el año pasado por estas fechas era un multiplicador de nuestra ansiedad ante la inminencia de una esperada tabla de salvación, y hoy es, afortunadamente, una realidad que si no nos ha salvado al menos ha rebajado considerablemente la gravedad del infortunio. A eso nos agarramos, y a la fortuna de vivir en un país que ha implementado rápidamente la doble dosis en miles de puntos sanitarios repartidos por todo el territorio. Ahora tenemos prisas para que nos pongan la tercera, algo que tampoco pesáramos que pudiera ocurrir, pero así estamos una gran mayoría de españoles: deseando ese tercer pinchazo que nos tranquilice ante el zarpazo de Ómicron. Queremos pensar que será la última ola antes de que la pandemia se retire de nuestra vida como un factor amenazante y totalmente perturbador de la normalidad, queremos pensar que Ómicron es la traca final de un gran imprevisto que marcará un antes y un después en nuestra particular historia. Sin embargo, de cara al nuevo año lo más sensato que podemos decir  es que no sabemos lo que nos deparará.
Esperamos que todo termine, que el trabajo se recupere, que la economía remonte, incluso que el país viva un impulso importante con una utilización correcta de  los fondos de recuperación, queremos imaginar un tiempo de esplendor y felicidad saboreada con tesón como el que recupera un objeto perdido y largamente añorado, pero también somos capaces de visualizar la cara negativa de esa moneda, que también es posible. Lo único cierto es que estamos instalados en una incertidumbre total y que cerramos el  año con el virus instalado entre nosotros.
Adentrarse en el 2022 es hacerlo necesariamente cargados de miedos, y como de puntillas, sin querer hacer demasiado ruido por si las moscas y por si los peores fantasmas de la pandemia se vuelven a retorcer de la peor manera. Al fin y al cabo nadie imaginaba que el último tramo de 2021 se presentara tan complicado por más que hayamos encendido el iluminado navideño con una pasión inusitada queriendo poner una salsa resultona a ese plato que de por sí es muy poco apetitoso.
Volveremos al traqueteo de lo incierto y veremos como las campanillas electorales comienzan a funcionar a tutiplén, de momento con dos procesos electorales seguros que dejarán al país en plena disposición electoral de cara a la traca de 2023 Veremos también si lo de Cataluña entra en fase decreciente y languidece la matraca de puro aburrimiento, y lo veremos desde nuestra atalaya castellano-manchega donde vivimos ajenos a tanto vaivén político,  como en un tributo a los viejos tiempos en los que la vida política transcurría por los márgenes de una tranquilizadora previsibilidad.
Veremos muchas más cosas que ni siquiera sospechamos pero nos podemos dar por satisfechos si en estas mismas fechas del año que comenzará en breve la pandemia es un memorial de tristes recuerdos y merecidos homenajes al tiempo que la sociedad recupera su ritmo y su trabajo. No en vano cerramos 2021 con el anuncio de un nuevo marco laboral que pretende terminar con la agobiante temporalidad y con las escandalosas cifras de paro juvenil. Ingente tarea para un año que ya ni nos atrevemos a nombrar y al que entramos, ya digo, de puntillas.