La Editorial Calatrava, hogar de una de las primeras imprentas

Rafael Cantero
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La Editorial Calatrava, hogar de una de las primeras imprentas

En la actualidad, al entrar en una librería, se tiene una imagen más o menos clara de lo que se va a encontrar uno, es decir, un lugar en el que los libros están plenamente accesibles, en el que es fácil encontrar títulos y en el que pasar tiempo viendo las novedades y decidiendo qué vamos a comprar. Pero no siempre fue así. Las librerías del pasado eran bastante diferentes a las de hoy. Entonces acostumbraban a tener en la fachada un escaparate de madera y en su interior, un mostrador desde el cual se despachaba. Los libros estaban almacenados en armarios o estanterías y el cliente no tenía acceso a ellos;lo habitual era que se vendiesen en el mostrador y que hubiese que pedir al dependiente el título concreto que se quería.

Los establecimientos de venta de libros nuevos estuvieron durante mucho tiempo unidos a las imprentas y a las redacciones de los periódicos. Con el paso del tiempo, las librerías, al igual que gran parte del comercio, fueron evolucionando y se adaptaron a las nuevas tendencias. Aunque terminaron por independizarse de las imprentas y de los talleres de impresión de los periódicos, les llevó bastante tiempo adquirir esta autonomía. Poco a poco se fueron haciendo mucho más visuales y se adentraron en lo que hoy es normal, con la posibilidad de ver y tocar las cosas que queremos comprar, deambular por la tienda y sacar de las estanterías los libros que interesan.

Ciudad Real, a mitad del siglo XIX, ya contaba con imprentas y establecimientos de venta de libros nuevos. La más antigua fue la de que fundó el prestigioso pedagogo Francisco Ruiz Morote, que, como era costumbre, además de librería, tenía imprenta y talleres de encuadernación.

La Editorial Calatrava, hogar de una de las primeras imprentasLa Editorial Calatrava, hogar de una de las primeras imprentas - Foto: Tomás Fernández de MoyaOtra imprenta de gran trayectoria fue la que se fundó en 1856, en el número 10 de la calle Calatrava. Fue fundada por Cayetano Clemente Rubisco e incorporó nuevas técnicas de impresión al contar con novedosas máquinas de imprimir, rayar, glascar, cortar y satinar el papel. Además de la actividad impresora, también tenía librería y almacén de papel. Al fundador le fueron sucediendo al frente del negocio distintos miembros de su familia, como sus hijos Ramón y Pedro. 

La tipografía o imprenta Rubisco cambió de titularidad en 1932, denominándose a partir de este momento Editorial Calatrava. El desaparecido periódico El Pueblo Manchego estuvo imprimiéndose aquí desde su fundación, en 1911, hasta 1932, fecha en la que el gobierno de la República suspendió su publicación.

Durante la Guerra Civil, las instalaciones de la Editorial Calatrava fueron incautadas, y en la planta baja del edificio se instaló la distribuidora cinematográfica La Mancha, y en sus talleres se imprimió el diario socialista Avance.

Una vez terminada la Guerra Civil, la Editorial Calatrava recuperó su autonomía y a raíz de fundarse el diario Lanza, en 1943, tanto la redacción del periódico como su impresión se llevó a cabo en las dependencias de la calle Calatrava. Aquí estuvo imprimiéndose durante 20 años. En 1963, Lanza estrenó en la calle Libertad unas instalaciones propias para la redacción del periódico y talleres para su impresión, por lo que se desvinculó de la Editorial Calatrava, que años más tarde terminaría disolviéndose.