"Antes de venir al hospital todos hemos llorado alguna vez"

Pilar Muñoz
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El jefe de la UCI del Hospital General Universitario de Ciudad Real narra a 'La Tribuna' las vivencias en esta unidad durante los dos meses y medio de pandemia que les ha marcado de por vida

«Antes de venir al hospital todos hemos llorado alguna vez" - Foto: Rueda Villaverde

Nunca se habían enfrentado a un proceso agudo, tan grave y con tanta gente afectada. El jefe de la UCI del Hospital General Universitario de Ciudad Real, Alfonso Ambrós, confiesa a La Tribuna que sintieron miedo porque no conocían la enfermedad y si iban a poder sacar adelante a todos los enfermos con esos cuadros tan graves de inflamación pulmonar. Habían tratado otros virus, el respiratorio sincitial, la epidemia de la gripe, procesos largos como la gripe A y conocían cómo inflamaban los pulmones y cómo salían los enfermos. Pero de la  COVID-19 sabían poco. Los expertos no sabían cómo se va a comportar, si va a ser estacional como la gripe o no, si va a rebrotar o no o si se va a ir aplacando la agresividad.

«No sabíamos cómo podía afectar y no estábamos acostumbrados a trabajar con estas medidas de protección tan  extremas», señala Ambrós, quien afirma que «el día a día en la UCI es muy duro, como también no poder estar con la familias de los pacientes para consolarlas cuando le dices su marido va mal, su hijo va mal, su padre va mal; no poder ponerles la mano en el hombre ha sido muy duro».

Ambrós es uno de los firmantes de la carta que los jefes de servicio de las unidades de cuidados intensivos de Castilla-La Mancha han remitido a los medios de comunicación, una misiva en la que expresan su agradecimiento a las familias de los pacientes por el aliento y ánimo que les han hecho llegar a pesar de que, en muchos casos, les daban la peor noticia posible. Es un texto corto que en muy pocas líneas revela la gran humanidad de estos profesionales y de todos los que trabajan en las UCI de los hospitales de la región. El jefe de servicio de la UCI del Hospital General Universitario de Ciudad Real no se deja vencer por el halago y, al contrario, afirma que «es nuestro deber como médicos».

En declaraciones a La Tribuna, Ambrós lamenta todo lo que ha traído la COVID-19, aunque ha evidenciado que «trabajas para tu vecino, tu frutero, la gente de tu ciudad y provincia». Y también que «la vocación que tenías de estudiante sigue ahí, que el día a día no ha podido con ella». El intensivista, con más  29 años de experiencia, explica que a la UCI llegan enfermos agudos con un proceso que puede acabar con su vida, pero que, caso de superarlo, les permitirá llevar una vida con cierta normalidad. Pero la cantidad de pacientes agudos tratables y con posibilidad de salir adelante a causa del coronavirus «no la había visto ni yo ni ninguno de mis superiores».

Confiesa que al principio tenían miedo porque no conocían la enfermedad. En un primer momento tenían entre cuatro y siete pacientes, y vieron que podían ventilar bien, que «el pulmón estaba muy, muy inflamado, pero se dejaba ventilar por los respiradores y los podíamos mantener con vida y empiezas a coger confianza, ya te suena más a la patología que has tratado hasta ahora aunque sea por un virus distinto a los conocidos».

Pero entonces, cuando ya habían aprendido a manejar a los pacientes, empezó la segunda fase y «comenzaron a llegar hasta ocho diarios con el incremento de la carga de trabajo para todas los profesionales, los celadores que tenían que mover muchísimos enfermos a lo largo del día, auxiliares, enfermería, médicos, etc.» A todo esto se une que «no estamos acostumbrados a trabajar con estas medidas de protección tan extremas» y de pronto «nos metimos en un túnel: trabajar, comer, dormir; trabajar, comer, dormir. No  había sábados, no había domingos, no había festivos. solo se libraba un día a la semana. La gente se ha matado a trabajar, desde celadores, auxiliares o enfermeras. Se han entregado en cuerpo y alma por hacer las cosas bien, atender a los pacientes y resolver con ingenio la escasez puntual de material fungible», subraya el jefe de la UCI de Ciudad Real, quien añade que ha habido ratos buenos, de alegría porque veíamos que los enfermos mejoraban, pero también otros muy malos». Dijeron que era como una gripe, incluso mejor y no ha sido así.

En la UCI han visto que la edad media de los enfermos que ingresaban estaban entre 60 y 64 años. Han tenido muchos pacientes por debajo de los 40 años, otros muchos entre los 50 y los 60, y también con más de 70. «Es cierto que afecta más a los obesos, hipertensos a los que tienen defensas bajas, pero ha habido de todo. Ha fallecido gente con treinta y tantos años que sólo tenía obesidad o con 50 que tenía una situación basal muy buena y eso es muy duro», subraya Ambrós.

Más de 125 pacientes. Uno de los factores que más ha ayudado es que el Hospital de Ciudad Real es relativamente nuevo (2005) y «tiene los espacios mejor preparados para atender esta pandemia»: se han podido triplicar las camas y las zonas para pacientes críticos «ocupando espacios como el Hospital de Día Oncohematológico porque dispone de conducciones de oxígeno, aire y vacío». Afortunadamente, «ahora estamos en una tercera fase en la que la situación se ha aplacado un poco, pero los casos que nos quedan son los que tienen el pulmón más duro, más fibrosado, pacientes que nos costará sacarlos adelante».

Esta mejora de la situación no puede hacer olvidar los malos ratos, cuando «ves a enfermeras veteranas llorar, a compañeros que se han tenido que ir en algún momento porque lo han pasado mal».

 Al jefe de la UCI no le duele reconocer que «por la mañana, antes de venir al hospital todos hemos llorado en algún momento» y que también ha sido muy duro para sus familias que «lo han vivido con bastante miedo».

Por la UCI de Ciudad Real han pasado más de 125 pacientes en estos dos meses y medio con un proceso de larga estancia, que ha ido desde los quince días a los dos meses. En el servicio trabajan habitualmente 108 personas, una plantilla que durante estos meses se ha duplicado. Han contado con más médicos intensivistas, anestesistas, enfermeros de la UCI, de la rehabilitación, de quirófano, profesionales que habían estado con ellos y que ahora estaban en Primaria y se han reincorporado porque han considerado que podían echar una mano.

«El aprendizaje ha sido una experiencia tremenda, el mundo es global y va a seguir siendo global. Tenemos que estar preparados y con los medios necesarios», sentencia.