De la Soledad a la esperanza

M.H.
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La hermandad de la Virgen de la Soledad recobra su procesión por las calles de Ciudad Real bajo un calor intenso y un día resplandeciente que contrastaba con el luto riguroso de los penitentes

Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad - Foto: Rueda Villaverde

Cuando la Semana de la Pasión entra en su momento más álgido con el movimiento de la piedra en el sepulcro, un sol radiante antecede a la Resurrección de esta madrugada. Pero antes, la Virgen de la Soledad enluta las calles de la capital entre el calor sofocante de una primavera que prende en el día más negro: el Sábado Santo, la jornada del vacío, de la caída de los infiernos, de la incertidumbre, de la desolación, las dudas, la soledad y la angustia. Con puntualidad, la cofradía de la Soledad se apoderó de todo el protagonismo de la tarde cuando a las 17,30 horas la imagenería de José Rivera, Darío Fernández y Salvador Madronal partía de la iglesia de San Pedro: la virgen de las Angustias, acompañada de las imágenes de San Juan Evangelista, María Magdalena, María de Cleofás y María de Salomé, junto a los nazarenos de riguroso negro comenzaban su estación de penitencia por las calles de Ciudad Real. Fue entonces cuando la Coral Polifónica Santísima Trinidad erizó la sensibilidad emocional de una abarrotada plaza tras dos años de ausencias. El aplauso reconfortó a una hermandad centenaria que estrenaba nueva parihuela, así como diadema y la escalera de la Santa Cruz.

La Iglesia centra y dedica el sábado litúrgico a la virgen, en definitiva, a la mujer. Su papel a lo largo del cristianismo es fundamental para entender pasos como el de las Angustias: son las protagonistas de la Pasión y de la Resurrección. Y, por su puesto, el evangelista San Juan, testigo de uno de los hechos históricos de la humanidad.

Pocos minutos después el Ave María, interpretada por la Banda Sinfónica de Miguelturra, anticipó la salida del palio de la Virgen de la Soledad, obra de Luis Marco Pérez, portado por una treintena de costaleros. Antes los penitentes y una veintena de mujeres ataviadas con la tradicional mantilla abrieron el cortejo de la madre desgarrada por el dolor por la muerte del hijo. El silencio antecede a ese momento donde el palio pasa a escasos centímetros del dintel de la puerta del templo. El aplauso, de nuevo, es unánime y la emoción se desborda. A medida que los pasos desfilan por la calle Ruiz Morote, el murmullo se acrecienta y el ruido de la ciudad que tardea ante el sol primaveral se incrusta con las marchas tristes. Los móviles vuelan por encima de las cabezas de los espectadores para captar la imagen desoladora del palio, que con ritmo lento sobrecoge a los hermanos y sobre todo a las mujeres que mantienen el rictus orante, de mirada caída pero a la vez infinita. La mujer es la puerta de entrada a Cristo. Es a quien se revela la buena nueva. No es casual que aquellas que guardaron el cuerpo sea a quien se le revele la historia de la salvación. Más allá del pésame y acompañamiento a la virgen de las Angustias, el primer paso identifica a los elegidos, en su mayoría mujeres. Son ellas las que después trasmiten la veracidad del acontecimiento, las testigos de la verdad.

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Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad
Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad - Foto: Rueda Villaverde
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Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad - Foto: Rueda Villaverde
Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad
Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad - Foto: Rueda Villaverde
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Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad - Foto: Rueda Villaverde
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Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad - Foto: Rueda Villaverde
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Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad
Procesión de la Hermandad de la Virgen de la Soledad - Foto: Rueda Villaverde
De la Soledad a la esperanza
De la Soledad a la esperanza - Foto: Rueda Villaverde

La dolorosa, ya sin el cuerpo en sus brazos, porta el padecimiento de la ausencia. ¿Cuántos se habrán identificado en ese rostro desencajado el sufrimiento de estos dos años de pandemia, de una guerra que no cesa, de desplazados en busca de esperanza? El Sábado Santo es la apertura a esa esperanza, del paso de las sombras a la luz. Cuando el sol estaba cayendo, la madre regresa al templo, a San Pedro. El negro de la noche entrante se iluminará horas después por la hoguera y el cirio pascual. La Semana Santa cobra su sentido. La humanidad retoma la Esperanza. Comienza la Pascua.