Antonio García-Cervigón

Buenos Días

Antonio García-Cervigón


Dios te la depare buena

21/03/2023

Las locuciones populares o dichos no nacieron de manera caprichosa y no se incorporaron de manera espontánea al habla popular. Sí lo hicieron por la vía recurrente y todas gozan de su curioso porqué. El titular de cabeza encierra uno de ellos que viene como anillo al dedo. Se cuenta –y así lo refiere con donosura Mateo Alemán en su célebre novela Guzmán de Alfarache– que existió una vez en La Mancha un desaprensivo buscavidas que se hacía pasar por médico, sin más títulos que el de la desfachatez y una alforja abarrotada de pócimas y jarabes medicinales. Y así, sin reparar en cuál fuese la dolencia del enfermo ni cuál el fármaco indicado para remediarlo, echaba mano a la cartera de mano con mal aspecto y al azar sacaba uno, se lo mostraba al postrado, y entre sí, por toda excusa, murmuraba: «Dios te la depare buena». La frase, de claro sentido burlesco, quedó así en el uso corriente para expresar la poca o nula confianza que se otorga, a veces, al buen éxito de cualquier iniciativa o diligencia ajena. 
Es la vivencia política que en horas 24 sucederá con la moción de censura que protagonizará el profesor Ramón Tamames en el Congreso de los Diputados para cargarse al presidente y a su Gobierno. Tampoco está alejada la acción del capítulo XXV de la primera parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Se quedó corto Don Quijote cuando reprendía a Sancho con prédicas como esta: «¿Qué es posible que en cuanto ha que andas conmigo, no has echado de ver que todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y que son hechas todas al revés. Y no porque sea ello ansí, sino porque anda entre nosotros una caterva de encantadores, que todas nuestras cosas mudan y truecan y las vuelven según su gusto y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos; y así eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí Yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa?».
Y si seguimos la carrera de los clásicos, cercano tenemos enterrado a don Francisco de Quevedo. En estos días tendríamos que poner en uso sus versos de «poderoso caballero es don dinero» erigido en un valor social de primera magnitud. A esto se le añaden otras pandemias como las drogas y el clima perturbador que se vive en lo público, nos condenan a vivir en el país de las sorpresas. Afectando incluso a las instituciones y organizaciones responsables del funcionamiento del régimen democrático, de la vida económica y de la convivencia social. El futuro entra en escena sin ser reconocido. Es difícil que los políticos miren más allá de los límites del tiempo de su legislatura. El inversor o el hombre de empresa no puede emprender riesgos que desconoce, pero esperar a que llegue el futuro es una forma de echarlo a perder. El declive del interés político que nos muestran las encuestas de los institutos sociológicos se explica, en gran parte, por la carencia de horizontes y por la falta de oportunidades. Es un grave problema. Y en esas estamos.