Lacruz busca el origen de magisterio

Diego Farto
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El que fuera subdelegado del Gobierno en la provincia presentará el 13 de octubre el libro 'Las Escuelas Normales de Maestros y Maestras de Ciudad Real 1842-1936'

Lacruz busca el origen de magisterio - Foto: Tomás Fernández de Moya

Los maestros y maestras se formaron en España en centros separados hasta la década de los 70 del siglo pasado, una realidad a la que refiere el que fue subdelegado del Gobierno en la provincia Miguel Lacruz durante una conversación con La Tribuna, centrada en lo que durante décadas se llamó Escuelas Normales de Maestros.

La denominación se remonta al siglo XIX. En Ciudad Real surgen a partir de 1842 (regencia de Espartero) con la instauración de la primera Escuela Normal de Maestros. Al estudio de este centro y los que le sucedieron hasta la Guerra Civil se ha dedicado Lacruz, que el próximo 13 de octubre presentará Las Escuelas Normales de Maestros y Maestras de Ciudad Real 1842-1936. Un libro de 532 páginas editado por la Biblioteca de Autores Manchegos (BAM). Se presentará dicho día en la Facultad de Educación.

El autor explica que vincula esa denominación a que estos centros «eran los que marcaban la norma de lo qué había que enseñar y cómo había que enseñar». El origen del término lo sitúa en Francia, de donde pasó al Reino Unido y más tarde a España. En 1931 el nombre cambia a Escuelas Normales de Magisterio Primario. Por último, la Ley General de Educación (1971) prescindió del término en las escuelas universitarias de magisterio.

Lacruz busca el origen de magisterioLacruz busca el origen de magisterio - Foto: Tomás Fernández de MoyaObserva que la fundación de las escuelas normales, una por provincia, muestra una preocupación «por la formación de los maestros, porque hasta ese momento, lo podía ser cualquiera con saber escribir y poco más; muchas veces lo que se pedía era que el aspirante tuviera un certificado de buena conducta del alcalde y el cura del pueblo».

Antes de erigir las escuelas en las provincia se formó en Madrid una Escuela Central Normal Superior, para lo que se pidió «a todas las diputaciones provinciales que enviasen dos alumnos a la Escuela Central, para que se formasen y fueran los directores y el secretario de las escuelas de cada provincia», rememora Lacruz. El esquema se repite a la hora de poner en marcha el centro ciudadrealeño puesto que «la Diputación ordena a todos los pueblos de la provincia que manden alumnos para que se formen como maestros», una medida que a algunos Ayuntamientos les costó cumplir. Muchos de esos alumnos fueron hijos de maestros y otros descendientes de pequeños industriales y familias de un nivel alto que vieron la opción de facilitar estudios a sus hijos.

La escuela femenina nació con la idea de que las nuevas maestras aportaran a sus alumnas, además de los conocimientos reglados en materias como literatura, matemáticas o ciencias, otras habilidades consideradas propias de mujeres, «costura, bordado o cocina», apunta el autor. De modo que a ella llegaron jóvenes de la pequeña burguesía «sin ninguna pretensión de que fueran a ejercer de maestras».

Las sedes. La primera Escuela Normal de Maestros de Ciudad Real se instaló en el Convento de la Merced en 1842, un año antes de que se estableciera allí el Instituto de Enseñanza Media, con el que compartió espacios. «18 años después se crea la Escuela Normal de Maestras, con su propia estructura, de directora, profesoras y personal y así se mantienen separadas prácticamente hasta la República, en que se unifican». Pero la integración fue solo nominal puesto que «no había un edificio donde pudieran estar juntas», aclara Lacruz. En 1931 la escuela femenina estaba en el paseo del Prado y la masculina en la calle de La Mata.

El autor alerta de la relevancia que se dio en todas las etapas de las escuelas de maestros a las prácticas. «Donde había una escuela normal siempre hubo una escuela aneja de prácticas», aunque hoy en día dicha consideración ha desaparecido, «porque escuela de prácticas son todas las de la provincia». 

Los directores y profesores de estos centros fueron figuras destacadas de la vida cultural y política de la provincia, como Francisco Ruiz Morote, profesor durante 29 años y director de la Escuela Aneja, autor de obras científicas y pedagógicas. Para Lacruz «el más prolífico de todos los profesores que pasaron por la Escuela», además de fundador en 1850 de una librería que aún hoy sigue abierta. Otros, fueron además concejales y alcaldes, como Francisco Piñuela, el primer alcalde de Ciudad Real en la II República. En este sentido, recuerda que la represión de Franco tuvo especial fijación con los maestros.

Lacruz está en el empeño de continuar esta historia, de modo que también habrá un segundo volumen que analizará la evolución posterior de estos centros, desde la Guerra Civil hasta la actualidad.