La crítica -
Por Juana Samanes
La cuota del movimiento “Me Too” en los Oscar está representada este año por la película Una joven prometedora (con cinco nominaciones en las categorías más importantes), una comedia de humor negro, con tintes de thriller y drama, que podría haber sido utilizada en la controvertida campaña feminista de “Sola y borracha quiero volver a casa”. O, si lo quieren más claro, sobre las relaciones sexuales no consentidas cuando la mujer se encuentra bajo los efectos del alcohol.
Desde las primeras imágenes de la película en las que se recrean, en primer plano, en la entrepierna y pantalones de hombres que bailan en un pub, ya se indica que la visión del varón no va a ser halagüeña. Todo el argumento se desarrolla de forma ágil en un film que bebe en las fuentes del cine negro, donde no vamos a encontrar ningún personaje bueno, porque la misma protagonista a pesar de la tragedia personal que arrastra, que ha dejado muy frágil su salud mental, es una auténtica “mujer fatal”, ya que ha decidido convertirse en justiciera y ejercer la venganza, humillando y castigando a cada uno de los hombres que se cruzan en su camino, algo que se traduce en situaciones sórdidas.
La guionista y directora de este film, Emerald Fennell, conocida hasta ahora por su trabajo como actriz (encarnó a Camilla Parker en la excelente serie televisiva “The Crown”), toca un tema actual, pero no es muy equilibrada en su visión de ambos sexos. De ahí que la película, aunque posea un final ingenioso, resulta previsible en la subtrama amorosa y, más en concreto, cuando describe al enamorado de Cassie, un divertido cirujano pediátrico, antiguo compañero de promoción.
Con una narración desenfadada, que abusa de los primeros planos y ofrece temas musicales bien integrados en la trama, la mejor baza del film es la actuación de Carey Mulligan, nominada a mejor actriz, a quien le toca encarnar a esa mujer problemática, un personaje que conmovería por su desgracia y la obsesión que no le deja vivir, si no fuera tan cruel, incapaz de olvidar y de perdonar salvo en una ocasión.
En todo caso, la parte más inteligente de la película es aquella en la que Cassie obliga a algunos personajes a “meterse en la piel de otro” ante un hecho reprobable y ser conscientes de su sufrimiento. Y es que en esa denuncia tiene razón Emerald: mirar hacia otro lado no es nunca disculpable.