Javier del Castillo

Javier del Castillo


Adéu procés

14/05/2024

De aquí hasta el 10 de junio, que termina el plazo para formar gobierno en Cataluña, pueden pasar muchas cosas, pero hay algo ya incuestionable: el descalabro absoluto del procés, la derrota sin paliativos del independentismo. El rechazo de la mayoría de los catalanes a quienes se habían entregado a la utopía y al chantaje, olvidando las preocupaciones reales de la sociedad.
Se pueden sacar diferentes conclusiones de los resultados electorales del pasado domingo, pero me quedo con una: por primera vez en cuarenta años, el nacionalismo catalán se queda por debajo de la mayoría absoluta. El éxito coyuntural de Carles Puigdemont, con la ayuda inestimable de Pedro Sánchez, es problema menor. El fugado no podrá recuperar la presidencia de la Generalitat, aunque amenace con romper los acuerdos con el gobierno de Madrid. 
La derrota del procés es una realidad. Una excelente noticia para la estabilidad y la normalización de la política catalana. Tanta paz lleves como descanso dejas. Con la prudencia que requiere el caso – en ERC nunca se sabe lo que puede pasar -, se abre una nueva etapa y se cierra otra de consecuencias imprevisibles. No olvidemos que Junts y ERC anunciaban en sus programas un referéndum de autodeterminación, con o sin el consentimiento del gobierno central.
Por lo tanto, tenemos que estar contentos. Puigdemont se ha quedado a siete escaños de Salvador Illa y no podrá volver a Cataluña con barretina y bailando sardanas. Es más, si cumpliera su palabra, se marcharía a casa, en el caso muy probable de pasar a la oposición, mientras que la derrotada ERC de su examigo Junqueras, con 15 diputados menos, podría formar parte de un nuevo gobierno tripartito, al lado de PSC y los Cumunes.
La victoria de Illa es incuestionable, lo mismo que el hundimiento de Aragonès o la remontada sin precedentes del PP – que pasa de 3 a 15 diputados –, y la desaparición de Ciudadanos, que hace apenas seis años, 21 de diciembre de 2017, ganó las elecciones con 36 diputados. El mapa político catalán da un giro hacia posiciones moderadas, dejando en evidencia el hastío y la desesperación con el independentismo.
Han tardado en caer en la cuenta, pero más vale tarde que nunca. Desde que Artur Mas se echó al monte - al no conseguir las ventajas fiscales que pedía para Cataluña y al ver rechazada la reforma del Estatut por el Tribunal Constitucional -, la política catalana ha sido un cúmulo de despropósitos. La huida hacia delante de Carles Puigdemont, Quim Torra y Pere Aragonès sólo ha servido para generar empobrecimiento, deuda y división en la sociedad.
La Cataluña próspera e ilusionante de Barcelona92 había entrado en una deriva peligrosa, con final impredecible. Si los resultados del pasado domingo sirven para enterrar el procés y todo el daño que ha hecho, miel sobre hojuelas (a ser posible de la Alcarria).
Junts - con Puigdemont preparando ya la maleta - sigue teniendo la llave de la estabilidad del Gobierno de Sánchez.
Pero ese es ya otro problema.