La serie Griselda, protagonizada por la colombiana Sofía Vergara, ha revivido entre los ciudadanos de Miami el terror de los años 80 en esa ciudad de Florida, una época de violencia, libertinaje y extravagancia propiciada por el narcotráfico.
Aunque la serie de Netflix sobre la famosa narcotraficante no pudo ser grabada en la urbe porque la ciudad se ha transformado por completo, como indicó hace unos días su director, Knut Loewe, sí logró recrear los escenarios y el espanto de esa época.
«Nuestra intención era hacerla en Miami, pero nos encontramos con una ciudad que se ha transformado prácticamente por completo. No fue posible», afirmó el productor, que finalmente se filmó en Los Ángeles. Para recrear el mundo de la criminal, Loewe se sumergió en libros sobre el diseño y la historia del sur de Florida.
Shtetl in the Sun, una colección de más de un centenar de fotografías tomadas por Andy Sweet a la comunidad de retirados judíos en el sur de Florida entre 1977 y 1980 se convirtió en su biblia. Películas como Scarface (1983) y el documental Cocaine Cowboys (2006) fueron también su inspiración.
«Buscamos localizaciones en Latinoamérica. Pensamos que habíamos encontrado varias en la Ciudad de Panamá, fuimos a España, buscamos en más ciudades Estados Unidos, pero al final descubrimos la solución en localidades del sur de California que no se han desarrollado desde los 70», indicó.
Loewe se refiere a ciudades pequeñas del Gran Los Ángeles como Pomona y San Bernardino, pequeños aeropuertos locales, paseos que no han sido remodelados e incluso el transatlántico Queen Mary, que está retirado en Long Beach.
Aun así, los miamenses de la época del narcotráfico reconocieron los lugares y revivieron sus momentos explosivos.
La era de los excesos
«Yo vivía cerca del Dadeland Mall cuando la masacre. Ese día empezó la peor época de Miami», recordó la cubana estadounidense Yara Mateo en referencia al tiroteo de julio de 1979 en una licorería de ese centro comercial, que para entonces era uno de los más grandes del país, y el principal de la ciudad.
El episodio dejó dos muertos y varios heridos y dio inicio a la era de los llamados cocaine cowboys o jinetes de la cocaína, con episodios de violencia que aterrorizaron a toda la ciudad.
Para Loewe, esa escena «fue todo un reto». Decidieron recrear la licorería en una nave vacía «porque teníamos que hacer varios efectos explosivos para la destrucción de las botellas y hacerlo varias veces».
Mateo revivió con esa escena los titulares de noticias. «Son cosas en las que uno prefiere no pensar», indicó la cubana estadounidense de 81 años. Sin embargo, se encontró descubriendo muchos elementos nuevos de la historia y de la ciudad.
Uno de ellos fue el Mutiny Hotel. Situado en el ahora exclusivo vecindario de Coconut Grove, la edificación era el epicentro de la decadencia del narcotráfico en la época.
El escritor Roben Farzad, autor de Hotel Scarface, describe el club nocturno como «una de las capitales mundiales del hedonismo», donde el dinero dejó de tener valor.
«La forma en que veías allí a famosos, capos de la droga y gente afín a la CIA y traficantes de armas tirar el dinero en términos pornográficos no tenía parangón. Se tiraban decenas de miles de dólares por un jacuzzi lleno de champán Dom Pérignon», escribe Farzad. Allí se hacían sociedades y se deshacían con sentencias de muerte.
«Tuvimos bastante libertad con el interior porque era un club secreto, pero fue muy emocionante darle vida a un sitio tan importante», indicó Loewe.
«Para recrear el vitral, usamos la técnica que se emplea para hacer las lámparas de Tiffany, como es el original. Unimos la sala de conferencias, la de baile y varias oficinas para crear el espacio. Para nosotros era importante transmitir ese ambiente de libertinaje y excesos».
El establecimiento se vendió en 1983 y tras un intento fallido de mejorar su imagen, la propiedad cerró por una década. Hoy, el Mutiny tiene cuatro estrellas, con habitaciones desde los 357 dólares la noche. El club nocturno que lo hizo famoso ha desaparecido y pocos residentes actuales conocen su nombre.
Los residentes de Miami admitieron reconocer en Griselda las mansiones de vecindarios acaudalados como Coral Gables, a medida que La Madrina del narcotráfico iba ganando poder y dinero. También áreas de la Pequeña Habana y hasta la referencia a los cubanos que hicieron crecer a la ciudad en el siglo XX.
Sin embargo, lo que les transportó al pasado de su ciudad no fueron las locaciones o los puentes entre las islas. Fue una referencia de segundos a una muy conocida tienda por departamentos desaparecida.
Elena Rojas, una migrante hondureña de 65 años, lo explica: «Fueron esas dos bolsas de Burdines que están junto a Sofía Vergara en un episodio, donde está cantando Gloria. Me trajo tantos buenos recuerdos del Miami de mi adolescencia, que no hubo cómo no sonreír».